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Escamilla Díaz (octubre, 2020)
Cuando decidió embarcarse en la aventura que significa El Lugar detrás del Agua, Alva Daniela Escobar Juárez no se imaginó que la sala de lectura pensada para mujeres se convertiría en un espacio seguro que brindaría fortaleza a quienes concurren a él y que les permite leer más que libros.
El trayecto, así lo refiere a Expediente Político.Mx, ha resultado doloroso en numerosas ocasiones porque, como muchos que tienen que ver con el arte y la cultura, el andar ha sido lento y a menudo con poca compañía.
Sin embargo, día a día se consolida con la participación de
quienes encuentran en éste que, más que un espacio para la literatura es una
sala para compartir, aprender y confrontarse con realidades que no siempre son
fáciles de mirar.
Todo ello, le permite confirmar que no estaba errada en su
instinto por echar a andar un proyecto de fomento a la lectura para mujeres en
jóvenes y adultas; tan escasos en la sociedad.
Para esta joven escritora, El Lugar Detrás del Agua es un
espacio donde convergen algunos de sus grandes amores: la ingeniería ambiental,
la escritura, las artes plásticas y el feminismo.
“Surge por la orfandad en que nos tiene el programa (de salas de
lectura) no sólo a nivel nacional, sino a nivel estatal. Actualmente es un
espacio que tiene cuatro vertientes: una de ellas es la lectura y la literatura
que seguimos trabajando con la sala; pero también tiene una de sustentabilidad,
una de feminismo y una de artes visuales. Temas sobre los que me he desenvuelto
y en los que puedo aportar”.
Es un espacio dedicado a mujeres, “es amigable con infancias
porque son bienvenidos a acompañar a sus mamás o quienes lleven su crianza,
pero no hay actividades para niños”.
¿Cuáles son las actividades que realizan en las otras vertientes
del proyecto?
Cuando ha sido presencial hemos tenido talleres de distintos
tipos, algunos que yo daba y otros que gestionaba y daban otras chicas o
colectivos. Los hubo de grabado, pintura y de defensa personal.
También salidas relacionadas con ecofeminismo y desarrollo
sustentable, con guías que están enfocadas al ecoturismo para visitar a mujeres
que están haciendo alguna actividad creativa con su medio ambiente y
conscientes de su relación con él.
¿Cómo es que nace El lugar detrás del agua como un espacio pensado
para mujeres?
En la experiencia con Cambalache empecé a ver que los adultos
vienen a buscar qué hay para que los niños lean, se acerquen a los libros; pero
no hay fomento a la lectura para adultos tan choncho como hay para los
pequeños. Entonces creo que es un espacio que era necesario llenar.
Yo he estado involucrada con la escritura, me he enfocado a la
literatura escrita por mujeres y pensé que hay pocas escritoras y que no son
tan leídas como los escritores, algo histórico y tan señalado por autoras como
Virginia Wolf, quien tiene un ensayo al respecto.
Además, estaba empezando a meterme en el feminismo y pensé que esa
visión del mundo compagina con lo que yo creo y se necesita un espacio seguro
para mujeres, en el que puedan tener un rato de creación, creativo, de
esparcimiento, incluso de diversión y de recreación; pero también tan profundo
como ellas quieran, siempre cobijadas por los libros.
Fue una necesidad que observé en la sociedad y, aparte, es una búsqueda personal de estos temas que me interesan, en los que estoy acompañada por mujeres y en el que crecemos juntas.
¿Cómo ha sido esa compenetración de las participantes con el
proyecto y qué consideras que han podido obtener de él?
Como en casi todos los proyectos que tienen que ver con la
lectura, va muy lento, fue doloroso y difícil. En las cuestiones culturales
realmente pones el corazón en las cosas.
En principio fue difícil. Creo que cuando no abundan estos
proyectos, la comunidad no sabe cómo recibirlos. Al principio fue muy padre
porque en la primera sesión se llenó el espacio, pero después se estancó. Hubo otras
muy duras para mí porque veía pocas mujeres, no se involucraban. Pero poco a
poco empezó a agarrar dimensión, a crecer moderadamente, pero de forma
exponencial.
Se sumaron e involucraron más chicas porque comenzaron a decir “es
que yo quiero que mi amiga vea esto, que mi conocida viva lo que yo vivo aquí,
que se dé cuenta de las cosas de las que yo me estoy dando cuenta como mujer.
Yo pensé que esto sólo me pasaba a mí y me doy cuenta de que no estoy sola”.
¿Cómo has podido trabajar con lo difícil de ver progresar el
proyecto?
Creo que ellas me han ayudado, han sido un gran sostén porque yo
también soy parte de esa comunidad. Quienes desde el principio se han
involucrado más son quienes me decían “no te desanimes”, “a mí sí me gusta”,
“no vienen porque no han podido”, “es importante”.
En mi formación como mediadora de lectura he conocido la
importancia de la horizontalidad, y lo he aplicado tanto como puede alguien que
no vive en una sociedad horizontal, yo soy parte de ellas. Miguel (su pareja)
también apoyó con eso.
Desde el principio me han pedido que no lo deje porque hay mujeres
que no tienen otro espacio a dónde ir a pasar un rato más que ése. Ha sido
difícil formar una comunidad consolidada en un entorno donde la lectura no es
prioridad, en una sociedad tan compleja y golpeada como es la mexicana y la
tlaxcalteca con su extra de problemas; pero me han motivado, siempre hay cosas
que me desmotivan, pero hay otras que me motivan mucho.
Y pienso “¡Wow!, no puedo creer que en dos años participen
tantas chicas, que cada vez se abren más puertas”. Cuando fuimos a la
radio, una chica me dijo -se me quedó mucho- que a nosotras las mujeres nos
dicen que no podemos hacer esto, que esto es un sueño, que yo no voy a poder ir
a la radio, que eso es para la gente importante y aquí estoy y sí es posible.
Este espacio nos ha hecho creer que sí podemos hacer todo lo que nos hicieron
creer que no podíamos.
Un espacio seguro para compartir
Daniela Escobar explica que El Lugar Detrás del Agua se ha
constituido en un lugar seguro, libre y abierto, donde no caben los juicios.
Esta sala ha llevado las mujeres que pasado por ella a tener relevaciones “muy
duras” sobre su vida; situación que ha significado impactos y cambios en sus
vidas.
“No me lo adjudico, no es mío, pero estoy muy contenta de que
suceda aquí porque, aunque no era el objetivo, el que trascienda en sus vidas
es un regalo extra. Me siento muy contenta de que algunas cuenten cosas muy
bonitas de cómo ha cambiado su vida, incluso su perspectiva respecto al
feminismo”, comenta.
A lo largo de estos dos años, han sido cerca de 60 mujeres quienes
se han sumado a este proyecto y aunque algunas se ausentan por periodos, saben
que siempre pueden volver a este lugar para salir de su dinámica diaria.
No todas, refiere Daniela, se reconocen como feministas y aunque
algunas resisten a asumirse como tal, han comenzado a ver su vida de otra
forma, se han encontrado con espejos que les permiten observar detalles de su
realidad que antes les resultaban imperceptibles.
¿Quiénes se acercan? ¿Cuáles son sus características?
Me ha dado mucho gusto ver lo heterogéneo de la población que se
ha acercado. Hay un rango de diferencia de edades de más de 40 años, la chica
más joven tiene 17 más o menos y la más grande tiene 61. Yo me maravillo, no
puedo creer que hay una brecha de dos generaciones y que aun así comparten, son
hermanas, todas somos mujeres y eso nos hermana.
Están compartiendo como iguales, contando experiencias,
respetando, apreciando, valorando. La más chiquita ni siquiera es millenial y
la más grande es generación boomer. Eso se me hace maravilloso.
Hay quienes son más lectoras y quienes no leen mucho, pero vienen
a ver qué hay y se han podido identificar porque El Lugar Detrás del Agua
no sólo es para leer libros, les permite leer sus vidas para conocer sus
historias y no hay una barrera de decir es que si no le echas ganas para leer
un libro en cada sesión no vas a poder.
Creo que todavía falta llegar más lejos, pero es difícil porque yo
lo atribuyo al ritmo de vida que es muy complicado. Pienso por ejemplo en una
madre soltera que vive en una comunidad lejana, que tiene dos o tres hijos, que
tiene que trabajar para darles de comer; por supuesto que dedicar dos horas más
el traslado a una actividad que es súper complicado. Eso hace difícil que
llegue a más mujeres, pero sí hay mucha variedad y eso nos enriquece a todas.
Platícame sobre las publicaciones que ya has hecho.
Mi formación inicial es en ingeniería ambiental, después me
diplomé en Artes visuales y después en formación literaria en la Sociedad
General de Escritores de México (SOGEM). He tenido el privilegio de estudiar
siempre algo que amo y he tratado de vincularlo, porque creo fervientemente que
son indispensables estas áreas.
En este sentido, el poemario está clasificado dentro de la
ecopoesía. Lo trabajé cuando estudié en la SOGEM y que después toma dos años
para editar, de revisiones, de trabajo con la editora, con la casa editorial.
Se presentó en Zacatecas en el Festival Ramón López Velarde en 2016 y de ahí se
ha movido bastante bien, se fue a Colombia, fui invitada a participar en un
festival mundial de ecopoesía, en el cual tengo intervenciones, la más reciente
de manera virtual; ya se presentó en Puebla y claro en el estado ha sido
gratamente bien recibido.
A mí me importó mucho que se conociera en las escuelas, le hemos
dado difusión en públicas y privadas, con buena respuesta estoy muy contenta.
Es bilingüe. Ésa fue la travesía.
Creo que el libro respondió a una necesidad mía y quiero creer que
también una necesidad del mundo. Yo estoy metida en la poesía investigativa y
en la poesía testimonial, es dar testimonio de problemas sociales y desde mi
formación creo que es importante que siempre se alce la voz sobre ellos.
En mi formación en ingeniería ambiental he estado alejada de esta
visión greenwash que te mete la idea de que, al usar popotes reutilizables,
salvas al mundo y no es cierto. También hay una crítica porque las cosas son
más complejas, hay una parte social muy importante, no sólo se trata de no
tirar basura. El libro tiene muchas capas y la más profunda es una crítica a
esta simplificación de los problemas ambientales.
En cuanto a las antologías, a partir de este libro me invitaron a
una de cuentos latinoamericanos por la paz donde tengo dos poemas, uno del
libro y otro relacionado con el tema. Estoy en dos antologías de cuentos que
fueron publicadas por el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura (ITC) y en un
cuentario.
¿Cómo te ves y a estos proyectos a futuro?
En cuanto a la escritura, espero retomar un poco, la verdad es que
sí me he desbordado en El Lugar Detrás del Agua y en Cambalache, he
dejado mi producción escrita y visual, quiero retomarlas.
Tengo un par de escritos que ya están y necesito buscar quién los
publique. En ese sentido, a futuro me veo haciendo otra publicación. Me
gustaría incursionar de lleno en el cuento, me encanta la narrativa, pero no me
he enfocado en eso
En cuando El Lugar Detrás del Agua, creo que ha crecido más
allá de lo que yo había pensado, fue una inercia, para mí era sólo una sala,
pero ya le quedó chico. Yo espero que se siga consolidando, que podamos
regresar a las actividades presenciales, a los talleres, que se abra el abanico
de acciones y se conjunte con lo virtual, con lo que no había experimentado de
lleno.
Espero que, de alguna forma, quizá obteniendo recursos o
metiéndome en una convocatoria, pueda hacer que tengan acceso mujeres que no
tienen acceso, que están en las periferias porque sí es complicado llevarlo o
hacer que ellas accedan a él.
…
Por ahora, muchas de sus actividades han tenido que interrumpirse
por la pandemia; sin embargo, ha encontrado en la tecnología una herramienta
para mantener la cercanía con las participantes y una posibilidad de llegar más
allá de lo que permite la distancia física.
Con ello, Daniela espera seguir encontrando espacios para que todas refuercen su propio ser con el intercambio de experiencias y con la oportunidad de generar algunas más.
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