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lunes, 26 de octubre de 2020

No el último baile. Lionel Messi

 


? Guillermo Emmanuel Pérez Ramírez (octubre, 2020)

Pocas personas han logrado expresar, con tanta precisión y claridad, el ciego dolor y la ansiedad frustrada que la ambición sin límites deja en quien la padece que José de Espronceda, el enorme poeta español del siglo XIX. Los febriles versos que conforman “A Jarifa en una Orgía”, uno de sus poemas más logrados, retratan con pavorosa exactitud el estado de turbación mental y física que experimenta quien ha anhelado todo y el mundo le regresó nada a cambio. En el momento cumbre del delirio, el pecador atisba a ver que la única recompensa por su sed de gloria es el dolor y la ignominia:

“…

Muere, infeliz: la vida es un tormento,

un engaño el placer; no hay en la tierra

paz para ti, ni dicha, ni contento,

sino eterna ambición y eterna guerra.

Que así castiga Dios el alma osada,

que aspira loca, en su delirio insano,

de la verdad para el mortal velada

a descubrir el insondable arcano.»”

 

La historia de la humanidad parece estar marcada por la aparición de ciertos personajes con cualidades sobresalientes, auténticos súper humanos, que logran elevarse por encima del resto para tocar la perfección con sus dedos por un instante y luego caer, con estrepitosa furia, al suelo.

Esta ascensión y caída de los ejemplares más destacados de la humanidad parece inscribirse muy hondamente en nuestra memoria colectiva e incluso formar parte inherente de nuestra especie.

Prometeo, el héroe por antonomasia, se alzó más allá de su condición para entrar en el reino de los dioses y traernos “algo” de regreso, la sagrada chispa que dio origen al fuego. Su osadía no pasó desapercibida y el castigo de Zeus fue ejemplar. Los Dioses, recelosos de sus privilegios, condenan con especial ahínco todo intento de los humanos por aspirar a las alturas y obtener lo que ellos poseen. Los antiguos griegos llamaron Hybris a esto, el exceso, la transgresión de los límites humanos y el postrer castigo divino a sus acciones.

El último capítulo en esta larga serie de héroes vencidos sucedió, como no podía ser de otra forma, este 2020. El 14 de agosto, en el estadio Da Luz, el club de futbol Barcelona se enfrentó al Bayern de Múnich durante los cuartos de final de la Liga de Campeones de Europa. El equipo alemán, contundente y preciso (como toda máquina proveniente de ese país) venía de golear, 7 a 1 en el marcador global, al Chelsea después del parón provocado por la pandemia de COVID-19. Por su parte, el equipo catalán había superado al Nápoles, 3 a 1, con una participación destacada de su jugador emblema: Lionel Messi, para no pocas personas el mejor jugador de fútbol, ya no del mundo, sino de toda la historia.

Argentino de nacimiento, desde la temprana edad mostró habilidades muy superiores a la media cuando tenía un balón entre los pies. Los cazatalentos del Barcelona F.C. se percataron del enorme potencial del pequeño niño maravilla e hicieron lo necesario para que se uniera a sus fuerzas básicas, yéndose pronto a vivir a “La Masia”, la famosa casa - academia de formación deportiva del club para jóvenes promesas.

Desde ese día Messi, vivió, comió y respiró los colores blaugranas. Debutó con el primer equipo el 16 de noviembre de 2003 y lo demás está escrito con letras de oro dentro de los anales del futbol: 34 títulos conquistados y 75 premios individuales otorgados.  Únicamente dos cosas se le han negado a su soberanía absoluta: la Copa del Mundo (con la selección argentina) y el quinto campeonato de la Champions League.

Herederos del futbol total de Johan Cruyff, el Barcelona de Messi dominó prácticamente la década que está por terminar. Pocos equipos, si los hubo, llegaron a oponer resistencia ante el fuego abrazador y deslumbrante que el conjunto barcelonés desplegó. Poseídos por el genio, los jugadores no pisaban el césped del campo, sino que flotaban sobre él, ligeros en el juego e implacables en la definición, obra la mayoría de las veces del astro argentino.

Sin embargo, todos tienen su cita con el destino, y este se anuncia con la voz imperturbable de sus oráculos. Hablaron en Turín, Roma y Liverpool: 3-0 contra la Juventus en el 2017; 3-0 contra la Roma en el 2018; y el milagro de Anfield: 4 – 0 con el Liverpool F.C. el año pasado. Las advertencias estaban ahí, no debían seguir tentando su suerte, pero el héroe siempre tiene que hacer oídos sordos, es parte primordial de la trama. Adelante, siempre adelante… “Que así castiga Dios el alma osada”

y entonces, el Bayern: 8 – 2. El silencio.

De ese partido se escribirán infinidad de cosas en los años por venir. No es aquí el lugar para hablar de la tragedia, sino del castigo. H.P. Lovecraft llegó a decir que lo verdaderamente pavoroso no era el castigo en sí, el horror recaía más bien en su espera, en las infinitas posibilidades que cada uno imaginaba del mismo. Tal vez no haya peor castigo que el que no llega a realizarse, el que no se materializa nunca y sólo se desvanece lenta y monótonamente en la lejanía, arrástranos al olvido.

Diez días duró la agonía silenciosa de Messi, finalizando el partido no dijo ni una sola palabra durante esos días, aunque a su alrededor todo ardía. Los rumores de una desavenencia con el club y con ello una inminente salida del Barcelona corrían como la pólvora por todos los medios de deportes del mundo. Cláusulas engañosas en contratos, quejas con sus compañeros más cercanos, bufetes de abogados, reclamos a las directivas, demandas. Insatisfacción. Parecía como un accidente de trenes en cámara lenta, pero sin personas dentro. Lionel, el protagonista, encerrado en su torre, alejado del mundo, sumido en pensamientos que únicamente el conoció.

Una entrevista, en playera deportiva y con sandalias, resolvió todo. Messi aclaró: sí, tuvo la intención de irse. No lo hizo. Se cierra el drama y de regreso a los entrenamientos.

Sin llantos, sin frases rimbombantes. No hay linchamiento púbico del héroe, ni intervenciones sobrenaturales. Y así sigue el mundo, sin llantos ni sorpresas, en movimiento, en cuarentena. A la espera de que en algún momento se rompa ese ritmo, y con ello, tengamos la certeza de que los Dioses siguen prestándonos atención, al menos, durante un instante l

Fuentes: García Álvarez, C. “Conceptos fundamentales de la cultura griega – Hybris”, Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos, Universidad de Chile, Santiago, 2017/ Stats, consultado en:  https://messi.com/


1 comentario:

  1. Messi es el mejor jugador del mundo, es mucho mejor que yo. Hay otros grandes jugadores en el mundo, como Ronaldo, pero Messi no es rival. Solo él puede alcanzar ese nivel. Su actuación al acelerar con balón es simplemente la regeneración de Maradona. Necesita más amor.

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