Sábado
Salimos a comprar lo necesario para hacer de comer,
con cubrebocas y careta, sobre todo cuando había más gente en donde se compraba
el recaudo. Para ingresar al tianguis y al mercado municipal de Tlaxcala, hay
una entrada y una salida para las personas. Una vez dentro, se encuentran
personas comprando sin parar, familias completas y niños en el tianguis
sabatino sin los cuidados respectivos. A uno de ellos le estaban cambiando el
pañal:
<<—No huele a nada en absoluto —contestó la
nodriza.
—No huelo a nada extraño —dijo, después de olfatear
un momento—, a nada fuera de lo común. Sólo el pañal parece despedir algo de
olor.
—No me refiero a eso […] sus excrementos huelen. Es
él, el propio bastardo, el que no huele a nada.
—Porque está sano […] ¡por esto no huele! Es de
sobras conocido que sólo huelen los niños enfermos >> (Süskind, 2002).
Los mercaderes no se cubren, los marchantes también van descubriéndose una vez ingresados al mercado municipal, y se bajan el cubrebocas a la altura del pescuezo.
Quienes venden dicen: <<¿Pa’ qué nos dio
Diosito libre albedrío?, pa’ casos como éstos, pa’ saber cuándo usarlo, no como
los que llegan todos apanicados a comprar como locos, que ni defensas han de
tener sus cuerpos, porque no se ensucian como uno; ya me los imagino en sus
casas con botas de hule y guantes de látex lavando los jitomates y las frutas
¡Ay sí, no me vaya a infectar! ¡La mangaaa queeeé! ¡Son débiles!...>>.
A nivel local, en los changarros comunitarios, los
vendedores tampoco usan cubrebocas o los que usan son muy delgados,
transparentes, y les da risa que uno los use, o se echan miraditas como
diciendo <<¡Ahí te hablan!>> Y uno enarca las cejas como si no
importaran sus mohines de burla y se apura a guardar el avituallamiento.
Eso sí, tienen sus letreros visibles precautorios
de <<Sólo puede entrar una persona por familia, por disposición…
etc.>> Y un gel como de 1 litro con el despachador mugroso, que ya nadie
ocupa, por lo mismo: está rebosante de color negro.
La persona que vende el pollo restringe la entrada
a su local y despacha tras el mostrador, y según ella, <<limpia>>
con una franela empapada de sangre de las aves; con esa misma la pasa sobre el
pollo destazado y su plancha donde están las piezas sanguinolentas.
Se <<limpia>> las manos antes de
cobrar, toma el dinero sin guantes, regresa el cambio…y ella misma maneja el
pollo para descuartizarlo, y a seguir despachando ¡Guácala!
<<¿Oliste si estaba fresco el pollo?>>
Domingo
Rutina de ejercicios, y terminando se siente algo
de frío en la espalda…es un resfriado. Nos echamos unos Mejorales y ya
estuvo. Pero ya no hay, entonces hay que salir a comprar.
Hoy como nunca, las farmacias lucen repletas de
gente para surtirse de medicamentos, pero también sus consultorios, antes
menospreciadas porque no atendían bien, o porque eran una opción para no
formarse en el Seguro Social o el ISSSTE, ahora se encuentran atestadas de
gente haciendo fila, aquí sí, con cubre bocas, sentaditos y esperando sus
turno: <<¡pus por eso cobran re-barato, porque están puros chavos y
chavas sin experiencia!>>, <<te arriesgas a no ser bien atendido,
pero está más canijo ir a los hospitales>>, <<ora aunque sea me
atiendo en estos Simis o del Ahorro, ves que cobran poco>>.
Unos a otros se dicen cosas mientras esperan, para
justificar su carencia de paciencia, dinero o de seguridad social.
<<¿Ya empezó a dolerte la cabeza?>>
Lunes
Temprano, a bañarse y untarse desodorante
<<¡Chin, ya no hay!>> A salir de nuevo. Los centros comerciales no
respetan (respetamos) el ingreso de una persona por familia, de plano ya entran
los que sean. Los aparatos que miden la temperatura del cuerpo (¿sirven? Bueno
¿son tan efectivos que tienen los resultados en un segundo?). Hay mucha gente
comprando ofertas del 3x1 y sin respetar lo sentidos y las flechas por
donde hay que circular en los pasillos para evitar aglomeraciones. La búsqueda
del desodorante se hizo en la sección de perfumería. No era un perfume, pero se
acercaba, y mucho:
<<No era una fragancia que emanaba buen olor,
no era una pastilla perfumada, no era un artículo de tocador. Se trataba de
algo totalmente nuevo, capaz de crear todo un mundo, un mundo rico y mágico que
hacía olvidar de golpe todas las cosas repugnantes del propio entorno y
comunicaba un sentimiento de riqueza, de bienestar, de libertad…>> (Süskind, 2002).
Todos los productos van hacia el carrito
desinfectado, y antes de pasar a la caja, se extraen y se dejan un rato
—mientras toca el turno para pagar—, en la banda que gira pegada a la caja
registradora, chiclosa, brillando por la cantidad de mugre por lo que se cae el
aceite, leche, agua, sudores fríos de los lácteos, de las verduras, y un largo
etcétera.
La gente posa (mos) las bolsas en donde descansan
los productos antes de embolsarlos, igual de chicloso y mugroso, pero lo hace
alegremente con la convicción de que las bolsas comerciales están limpias, y el
carrito desinfectado también.
<<Por la tarde ¿me eché o no me eché
desodorante? A ver huelo… ¡No huelo nada! ¡Chale!>>
La hora de la verdad: <<¿Quién va a hacer
la comida?>> , <<A mí me duele la cabeza>>, <<Tengo
mucho cansancio>>, <<Me duele todo el cuerpo>>, <<Ni me
vean que ya perdí el olfato>> (anosmia), <<Me sabe rara la comida>>
(disgeusia), <<No tengo mucha hambre>> (hiporexia).
Es por el olfato donde sabemos si algo huele bien o
mal, sobre todo, antes de llevarnos a la boca algún alimento a la boca, para
tomarle gusto. Sin embargo, la sensación gustativa sólo detecta lo amargo,
dulce, salado, sabroso y ácido, y el olfato (olor) complementa el gusto, porque
es lo que determina a lo que <<sabe>> lo que ingerimos, a la hora
de que ambos se mezclan cuando estamos masticando.
El drama de no poder oler y tomarle sabor al mismo
tiempo a la comida principalmente… al final <<sabemos>> que no
<<supimos>> cuidarnos. Es como haber perdido nuestro aroma o
perfume favorito, o que jamás lo van a volver a vender y que nunca volveremos a
saber a qué olía. Olvidamos cuidar el perfume del olfato por descuido. Ahora,
hay que recordar las reglas, esperando no perder la memoria, que sería aún más
grave.
Fuentes consultadas
Süskind, Patrick
(2002) El perfume. Historia de un asesino, Seix Barral, México
https://seorl.net/olfato-sentido-accesorio-gusto/,
fecha de consulta, 06 de julio de 2020.
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