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jueves, 13 de agosto de 2020

El perfume perdido

 

Sábado

Salimos a comprar lo necesario para hacer de comer, con cubrebocas y careta, sobre todo cuando había más gente en donde se compraba el recaudo. Para ingresar al tianguis y al mercado municipal de Tlaxcala, hay una entrada y una salida para las personas. Una vez dentro, se encuentran personas comprando sin parar, familias completas y niños en el tianguis sabatino sin los cuidados respectivos. A uno de ellos le estaban cambiando el pañal:

<<—No huele a nada en absoluto —contestó la nodriza.

—No huelo a nada extraño —dijo, después de olfatear un momento—, a nada fuera de lo común. Sólo el pañal parece despedir algo de olor.

—No me refiero a eso […] sus excrementos huelen. Es él, el propio bastardo, el que no huele a nada.

—Porque está sano […] ¡por esto no huele! Es de sobras conocido que sólo huelen los niños enfermos >> (Süskind, 2002).

Los mercaderes no se cubren, los marchantes también van descubriéndose una vez ingresados al mercado municipal, y se bajan el cubrebocas a la altura del pescuezo.

Quienes venden dicen: <<¿Pa’ qué nos dio Diosito libre albedrío?, pa’ casos como éstos, pa’ saber cuándo usarlo, no como los que llegan todos apanicados a comprar como locos, que ni defensas han de tener sus cuerpos, porque no se ensucian como uno; ya me los imagino en sus casas con botas de hule y guantes de látex lavando los jitomates y las frutas ¡Ay sí, no me vaya a infectar! ¡La mangaaa queeeé! ¡Son débiles!...>>.

A nivel local, en los changarros comunitarios, los vendedores tampoco usan cubrebocas o los que usan son muy delgados, transparentes, y les da risa que uno los use, o se echan miraditas como diciendo <<¡Ahí te hablan!>> Y uno enarca las cejas como si no importaran sus mohines de burla y se apura a guardar el avituallamiento. 

Eso sí, tienen sus letreros visibles precautorios de <<Sólo puede entrar una persona por familia, por disposición… etc.>> Y un gel como de 1 litro con el despachador mugroso, que ya nadie ocupa, por lo mismo: está rebosante de color negro.

La persona que vende el pollo restringe la entrada a su local y despacha tras el mostrador, y según ella, <<limpia>> con una franela empapada de sangre de las aves; con esa misma la pasa sobre el pollo destazado y su plancha donde están las piezas sanguinolentas.

Se <<limpia>> las manos antes de cobrar, toma el dinero sin guantes, regresa el cambio…y ella misma maneja el pollo para descuartizarlo, y a seguir despachando ¡Guácala!

<<¿Oliste si estaba fresco el pollo?>>

Domingo

Rutina de ejercicios, y terminando se siente algo de frío en la espalda…es un resfriado. Nos echamos unos Mejorales y ya estuvo. Pero ya no hay, entonces hay que salir a comprar.

Hoy como nunca, las farmacias lucen repletas de gente para surtirse de medicamentos, pero también sus consultorios, antes menospreciadas porque no atendían bien, o porque eran una opción para no formarse en el Seguro Social o el ISSSTE, ahora se encuentran atestadas de gente haciendo fila, aquí sí, con cubre bocas, sentaditos y esperando sus turno: <<¡pus por eso cobran re-barato, porque están puros chavos y chavas sin experiencia!>>, <<te arriesgas a no ser bien atendido, pero está más canijo ir a los hospitales>>, <<ora aunque sea me atiendo en estos Simis o del Ahorro, ves que cobran poco>>.

Unos a otros se dicen cosas mientras esperan, para justificar su carencia de paciencia, dinero o de seguridad social.

<<¿Ya empezó a dolerte la cabeza?>>

Lunes

Temprano, a bañarse y untarse desodorante <<¡Chin, ya no hay!>> A salir de nuevo. Los centros comerciales no respetan (respetamos) el ingreso de una persona por familia, de plano ya entran los que sean. Los aparatos que miden la temperatura del cuerpo (¿sirven? Bueno ¿son tan efectivos que tienen los resultados en un segundo?). Hay mucha gente comprando ofertas del 3x1 y sin respetar lo sentidos y las flechas por donde hay que circular en los pasillos para evitar aglomeraciones. La búsqueda del desodorante se hizo en la sección de perfumería. No era un perfume, pero se acercaba, y mucho:

<<No era una fragancia que emanaba buen olor, no era una pastilla perfumada, no era un artículo de tocador. Se trataba de algo totalmente nuevo, capaz de crear todo un mundo, un mundo rico y mágico que hacía olvidar de golpe todas las cosas repugnantes del propio entorno y comunicaba un sentimiento de riqueza, de bienestar, de libertad…>> (Süskind, 2002).

Todos los productos van hacia el carrito desinfectado, y antes de pasar a la caja, se extraen y se dejan un rato —mientras toca el turno para pagar—, en la banda que gira pegada a la caja registradora, chiclosa, brillando por la cantidad de mugre por lo que se cae el aceite, leche, agua, sudores fríos de los lácteos, de las verduras, y un largo etcétera.

La gente posa (mos) las bolsas en donde descansan los productos antes de embolsarlos, igual de chicloso y mugroso, pero lo hace alegremente con la convicción de que las bolsas comerciales están limpias, y el carrito desinfectado también.

<<Por la tarde ¿me eché o no me eché desodorante? A ver huelo… ¡No huelo nada! ¡Chale!>>

Martes

La hora de la verdad: <<¿Quién va a hacer la comida?>> , <<A mí me duele la cabeza>>, <<Tengo mucho cansancio>>, <<Me duele todo el cuerpo>>, <<Ni me vean que ya perdí el olfato>> (anosmia), <<Me sabe rara la comida>> (disgeusia), <<No tengo mucha hambre>> (hiporexia).

Es por el olfato donde sabemos si algo huele bien o mal, sobre todo, antes de llevarnos a la boca algún alimento a la boca, para tomarle gusto. Sin embargo, la sensación gustativa sólo detecta lo amargo, dulce, salado, sabroso y ácido, y el olfato (olor) complementa el gusto, porque es lo que determina a lo que <<sabe>> lo que ingerimos, a la hora de que ambos se mezclan cuando estamos masticando.

El drama de no poder oler y tomarle sabor al mismo tiempo a la comida principalmente… al final <<sabemos>> que no <<supimos>> cuidarnos. Es como haber perdido nuestro aroma o perfume favorito, o que jamás lo van a volver a vender y que nunca volveremos a saber a qué olía. Olvidamos cuidar el perfume del olfato por descuido. Ahora, hay que recordar las reglas, esperando no perder la memoria, que sería aún más grave.

Fuentes consultadas

Süskind, Patrick (2002) El perfume. Historia de un asesino, Seix Barral, México

https://seorl.net/olfato-sentido-accesorio-gusto/, fecha de consulta, 06 de julio de 2020.


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