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martes, 23 de abril de 2019

DEL PRIVILEGIO PRECARIO

Karen Sharon Martínez Velázquez (Tlaxcala, Tlax., 23 de abril de 2019) Hemos de entender privilegio como la exención de una necesidad o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia. Es ésta, tan solo una de las formas en las que se expresa la asimetría social y la inequidad que atraviesa a nuestras sociedades en más de una dimensión. Pero ¿Qué tiene esto de relevante para la vida social?
Cuando leemos la palabra privilegio, la pensamos ajena, no nos toca. Pareciera que no nos atraviesa. El imaginario colectivo que se ha fomentado a partir de las películas, series, telenovelas, etcétera; se sustenta en el estereotipo de un privilegiado millonario. Quizá si hubiéramos de nombrar a alguien de nuestra vida cotidiana pensaríamos en Slim, y ¡claro que lo es!, pero él es la expresión máxima del privilegio.
Atravesando todas las dimensiones posibles Slim representa el punto más alto de la asimetría social mexicana. ¿Cómo es posible que sea de México uno de los hombres más ricos del mundo? ¿Cómo es posible explicar esto después de leer todas las cifras que nos atraviesan de pobreza, nivel educativo, etcétera? Ofende el nivel de corrupción que podemos alcanzar, pues, ¿de qué otra manera podríamos entonces explicar semejante riqueza en un país tan pobre?
Pero el privilegio que nos presentan como logro máximo del gobierno en turno es uno que no se forma desde la riqueza, sino más bien desde la ausencia de la carencia; es decir, no satisface una necesidad, pero tampoco carecemos a totalidad de las herramientas para medio afrontarlas. El privilegio de ser parte de un sector de la población que podríamos calificar como menos vulnerable; pero no exento de vulnerabilidad.
A esto le llamaremos privilegio precario. Necesitamos mirarlo, necesitamos nombrarlo, porque es éste el que fortalece al Estado ausente y debilita la posibilidad de tejer una comunidad fuerte, empática, humana.
Al no pensar en la existencia de un privilegio precario, tendemos a caer en un discurso de la cultura del esfuerzo con discursos que todas y todos hemos escuchado alguna vez: “es pobre porque quiere”, y resta responsabilidades a un Estado que no es capaz de garantizar las condiciones mínimas de vida digna. Pareciera sembrar un tipo de inconsciencia. ¿No me creen?
Basta con ver las reacciones y los discursos de ciertos sectores de la población frente a determinadas problemáticas.
La caravana migrante, es un ejemplo de esta inconsciencia, compartimos condiciones similares de contexto, sólo que a ellas y a ellos se les ha exacerbado el problema de violencia con los maras, el desempleo y un fraude electoral descarado ¿para dónde mirar?
Se nos ha olvidado que en México muchas de nuestras familias, migran buscando mejores condiciones. Pareciera que se piensa que se migra por oportunismo, para quitarle el empleo a otra persona, dejamos de ver las dificultades que hay en el camino.
Inherentes al andar un trayecto tan largo se encuentran las enfermedades, violaciones, robos, desapariciones, separaciones familiares, la trata de personas por cualquier fin, el desamparo total de alguna ley u organismo que vele por la seguridad de estas personas, que les garantice que por lo menos llegaran bien a la frontera. No existe tal cosa.
Y tampoco somos totalmente conscientes de que las personas en tránsito son totalmente vulnerables, porque desde el discurso de la cultura del esfuerzo se piensa que podrían “echarle más ganas” en sus territorios, no exponerse si pueden quedarse allá. Y se entiende, porque como dijo Zizek “conozco a la clase obrera que trabaja duro, físicamente, y es comprensible por qué votan a la derecha: sus competidores más inmediatos son los inmigrantes. Son los votantes ideales para partidos conservadores antiinmigración. Es fácil hacer teorías sobre cómo deberían verlo, pero en su experiencia inmediata, los inmigrantes significan competencia.” Y en un país tan lacerado como México ¿Quién querría más competencia?
Al perder de foco las condiciones en las que viajan estas personas, y la ventaja que tenemos sobre estas, nos encontramos cuestionando ¿qué hacen aquí? ¿Por qué se les apoya? ¿Qué hace Obrador dando visas de trabajo y no mira a su gente?
En lugar de cuestionar el sistema que nos ha hecho pelear por un privilegio precario. PRE-CA-RIO, como el trabajo que tenemos los jóvenes, como nuestros salarios, prestaciones, relaciones, COMO LA VIDA que se atiene al discurso meramente económico, que además nos divide y deshumaniza para competir por la PRECARIEDAD. ¿Valdrá la pena?
Esa misma lógica de competencia por la precariedad se aplica a movimientos de redes como el #MeToo, los sociales como los de la CNTE y el movimiento campesino, con nuestros pueblos originarios que luchan por su territorio, con las madres de los 43 que hasta hoy no han obtenido ninguna respuesta sobre el paradero de sus hijos, no tienen ni siquiera los restos en sus manos.
Se señala a quienes marchan. ¿Por qué detienen el transito? ¿Qué no ven que debo llegar a mi trabajo precario? se hacen chistes desagradables sobre las situaciones, hemos llegado a creer que las luchas son innecesarias. A las víctimas se ha llegado a verlas como victimarias, revictimizamos… olvidamos que se pelea y se compite por condiciones precarias, hemos perdido de vista que hay algo más digno, y un sistema responsable de esa precariedad.
Transitar a otras opciones se mira entonces imposible, pero es así porque de pronto no se ve la raíz de esta situación, la hemos dado por hecho como algo normal. Pero no lo es, les doy mi palabra queridos lectores que otro mundo es posible, si señalamos al lado correcto.

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