Por José Dionicio Vázquez Vázquez, profesor investigador de El Colegio de Tlaxcala
Existe una contradicción en el tema de la migración de Centroamérica y de México hacia los Estados Unidos. Mientras que el número de artículos en revistas especializadas, noticias y datos que analizan a diestra y siniestra el fenómeno, crece día con día (casi 30 millones de resultados se ve en Google a la fecha); las alternativas o el diseño de un plan integral de parte de los gobiernos involucrados, se ven reducidos a un pragmatismo que sólo le es beneficioso a uno: los Estados Unidos. La decisión de volver poner en marcha el programa “Quédate en México” desde agosto de 2021—para los Estados Unidos, Protocolo de Protección al Migrante (MPP)—, da cuenta de una serie de desencuentros con la realidad de este “programa” eufemístico.
Luego de que una resolución judicial del gobierno de Biden ordenara su reinicio (el juez de distrito en Texas, Matthew Kacsmaryk), aún quedan varios cabos sueltos que ninguno de los dos países quiere atar: cuando se sabe que México no cuenta con un plan integral, adolece de una infraestructura para la salud, vivienda, alimentación que de cobijo a miles de refugiados que solicitan asilo en los Estados Unidos; más el peligro latente del narcotráfico que abarca grupos delictivos que se dedican desde la trata de personas con fines de explotación sexual, hasta los secuestros exprés; desde el sur al norte del país, con saldo siempre negativo para los migrantes.
- Considerar la participación (sociopolítica, económico) del migrante (sobre todo, sin documentos) como un elemento cultural. O sea, brindarle un espacio real a los derechos y deberes y a las necesidades socioeconómicas con el objetivo compartido de un desarrollo eco-equitativo (López-Pozos y Lazzari, 2019:137-138). Es decir, pasar de los hechos (intereses) económicos a su transformación de los hechos culturales, a la par de la evolución de la ley (en los derechos y deberes).
- Evitar negar la multiplicidad, la conflictividad y la naturaleza contradictoria, para su transformación, gestionándolos como recursos (ibídem, 138).
- Respeto de acuerdos en la gestión de flujos de migrantes sin documentos, dado que tanto en América (EE.UU, México) como en Europa (UE) no se respetan. Más bien, los países dominantes disfrazan su xenofobia mostrando “incapacidad o incompetencia” en la solución de la migración, creando países “patios traseros” como México, Grecia, Italia y España, y se abocan a manejar a los migrantes con fines electorales o justificación de sus males.
- Para México se requiere “1) someter a la criminalidad que hoy nos agobia y así despresurizar el tema; 2) aceptar realidades que hemos disfrazado por décadas, estableciendo una amplia política de Estado que adecue los recursos legales, humanos y de estructura física que haga frente a un conflicto que llegó para quedarse (Carrillo, 2022).
- Regularizar -mediante un plan integral- a los migrantes sin documentos que deseen quedarse en México o Europa e insertarlos donde exista carencia de recursos humanos, por regiones y grupos de pequeñas dimensiones de migrantes para hacer manejables los costos.
- Sensibilización recíproca, migrantes-nativo, nativos-migrantes en el respeto a la diversidad cultural; un derecho humano universal que trascienda la historia, el espacio (más allá del territorio), experiencias cotidianas, particulares o legales, la intolerancia, el falso nacionalismo. En otras palabras, es el respeto al Otro; concepto tan ajado, gastado, usado, rozado, viejo, deslucido, que ahora se ocupa para manipular o ideologizar a lo oriundos pobres y/o migrantes
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