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martes, 10 de marzo de 2020

¿Era necesario?



Zurya Escamilla Díaz (Tlaxcala, 10 de marzo de 2020) En algún lugar he leído que el silencio también es una respuesta, una muy poderosa. Así, este lunes nos tocó a muchas mujeres callar para que todo el país y, principalmente, las instituciones escuchen el clamor de justicia, del hartazgo, de la demanda de una respuesta a un problema por el que muchos otros han guardado silencio: la violencia y la desigualdad en la que vivimos.
Este año me tocó ver nuevos rostros en la marcha del 8 de marzo, muchas más jóvenes, pero también muchas más mujeres de avanzada edad porque ante la estridencia de los feminicidios, de las violaciones, de los abusos, de las desapariciones… ya no podemos continuar indiferentes y divididas.
En los días previos, alguien me comentó que nunca habían dicho que las mujeres no les importáramos… en realidad no hace falta que lo digan, el actuar diario lo demuestra y duele. Arde la omisión, inacción, falta de respuesta, respuesta equivocada o nunca dada del Estado y sus representantes.
Ante esa escandalosa indiferencia, ayer nos tocó guardar silencio.
No faltaron, como en todo movimiento político y el feminismo por supuesto que lo es, las descalificaciones de quienes se sienten agredidos -hombres y mujeres de a pie, pero también los que detentan el poder- por quienes pedimos nada más que igualdad y un alto a todas esas prácticas violentas que diariamente terminan con la vida de 10 mujeres en el país.
Tampoco faltaron los oportunistas que usaron esta autoconvocatoria de las mujeres para atacar al presidente, para posicionar su agenda personal, para ganar adeptos o para mostrar una falsa empatía. 
Ni en aquellas empresas e instituciones que comunicaron que se “sumarían al paro”, que “brindarían facilidades a las empleadas para faltar” o que incluso “les dieron el día libre” para mostrar su “apoyo a la causa”, las que "cedieron" su espacio publicitario en televisión para "apoyar" la causa. Todas y todos -personas físicas y morales- a quienes habría que preguntar si en su día a día también son referente de igualdad, no violencia, no abuso, no acoso.
Y en medio de tanto oportunismo, tanta descalificación, hubo quienes sí trataron de entender: aquel docente que pidió a sus alumnos decir “la queremos viva” cada que mencionaba el nombre de alguna de sus compañeras ausentes por el paro, los que llevaron agua para las manifestantes del domingo, la mesera de un restaurant en Veracruz que mostró su apoyo al movimiento aunque no se podía sumar, los padres de familia que decidieron ir a cuidar a sus hijos a la escuela este día para que no se suspendieran clases y  hacer notar la ausencia de las maestras; así como otras tantas muestras de empatía no invasiva que seguramente ocurrieron este lunes.
¿Era necesario? No era necesario utilizar este movimiento para lucrar en cualquier forma, no era necesario decir que no tenían problema con que las empleadas se ausentaran. Sí es necesario no tomar represalias, mejorar las condiciones laborales; sí es necesario generar empatía, mostrar que en suma y de buena voluntad somos más fuertes.
Sobre todo, sí eran necesarias unas horas de silencio para meditar, reflexionar, analizar, recordar, visibilizar. Este lunes nos tocó callar para tomar aliento, recobrar fuerzas y gritar todos los días del año cada una de las injusticias que vivimos las mujeres en todas partes del mundo, gritar sin cesar y hasta que los cambios se comiencen a notar.



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