Karla Alejandra Díaz Velázquez (3 de junio de 2019) México-Tenochtitlán cayó definitivamente el 13 de agosto de 1521, cuando la campaña que comenzó Hernán Cortés, dos años atrás en Cozumel, alcanzó su punto más alto con la toma de la ciudad de Tlatelolco y la posterior captura de Cuauhtémoc, último tlatoani Azteca, y, con esto, el fin del Imperio más poderoso que conoció el centro de Mesoamérica.
El principal artífice de estos sucesos que habrían de cambiar el rumbo de todo un continente, fue el medellinense Hernán Cortés; cuyo camino y peripecias al avanzar rumbo al Valle de México se pueden seguir a través de las distintas cartas-crónicas escritas por él mismo.
Cartas concebidas desde su planteamiento a un solo objetivo: convencer a Carlos V de Alemania y I de España, que su empresa no sólo era posible sino también una gran posibilidad para mejorar la economía ibérica: sumar reinos a lo que tan sólo unos años después de la conquista de la Nueva España se convertiría en uno de los imperios más grandes de su tiempo: “el imperio Español”; y, claro está, cumplir con el deber cristiano de propagar la palabra de Dios entre los pueblos no creyentes.
Son documentos históricos invaluables del pasado de México por el discurso perfectamente bien estructurado, aunque no necesariamente por su precisión narrativa. A través de ellos, el conquistador fue capaz de crear para presentar ante su majestad la grandeza y posibilidades que el territorio descubierto representaba.
Para tan ardua tarea, contó únicamente con su pluma y su conocimiento del aparato jurídico hispano para describir y crear en el lugar y contexto en el que se encontraba.
En plena rebeldía, y después de ser revocada su autorización para comandar la expedición por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, Cortés hace caso omiso y parte de Cuba hacia Cozumel en 1519, en un recorrido decisivo que habría de moldear el devenir del que hoy somos parte.
Pero, ¿cómo describió los momentos más álgidos de su camino a la capital mexica y hasta su caída? ¿Cuáles eran los pensamientos del conquistador al encontrarse de frente con una ciudad tan diferente y al mismo tiempo tan parecida a las grandes metrópolis del viejo mundo? ¿Concebía Cortés la importancia cultural de todo aquello que lo rodeaba?
Para conocer más, retomaremos lo más popular de las cartas de relación en las que el conquistador escribió sus impresiones y sentires sobre los momentos más significativos en su camino a la conquista de la “ciudad más grande, blanca y reluciente que haya visto antes”; para intentar dar respuesta a las preguntas antes planteadas.
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