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Escamilla Díaz (noviembre, 2020)
Las
calles de Tlaxcala capital resguardan una práctica milenaria que no sólo
permite el intercambio de bienes y la satisfacción de necesidades; sino que
fomenta la cultura, la comunidad y el diálogo como medio para lograrlo.
Desde hace seis años, el Colectivo Tianguis del Trueque Tlaxcala ha rescatado esta forma de intercambio de diferentes productos como elemento detonador de un consumo responsable.
“Inicia
en el 2014 como contraparte al Buen Fin que era el Buen Trueque. Hicimos un
evento en Atlihuetzía y vimos que había una respuesta positiva y quisimos
volver a hacerlo”, comenta
Jessica Vázquez Reyna, una de las organizadoras.
Con
la buena recepción entre la gente, cuenta ya con más de 40 eventos vinculados
con él como talleres de huertos de traspatio, elaboración de artesanías,
preparación de algunos alimentos típicos o producción de artículos de higiene
personal.
Todo
ello, con el propósito de que cada vez se sumen más productores a este tianguis
del trueque que tiene lugar el último domingo de cada mes en un pequeño parque
rodeado por algunas casas del centro de la ciudad.
“Hemos
tenido de 10 hasta más de 100 asistentes. Durante la contingencia, la gente le
apostó más a otro tipo de economías en las que no dependiéramos del dinero para
adquirir insumos básicos como alimentos. Por eso hemos tenido mejor respuesta”,
agrega Jessica.
Así
ocurre con la señora Martha, quien lleva cada mes los excedentes de sus huertos
de traspatio, con lo que garantiza que todo es producido sin químicos. “Muchos dicen ‘es que yo no tengo un
terreno’, pero no es necesario, con la disponibilidad y la paciencia podemos
sembrar en una maceta o en una caja, como es para autoconsumo y también hay
excedentes, se puede uno adaptar muy bien”, recalca.
Durante
el confinamiento, esta unidad productiva ha aminorado la preocupación de su
familia por el acceso a alimentos y algunos consumibles, no sólo por lo que
produce, sino por lo que puede intercambiar.
Pero no sólo se trata de alimentos, como ocurre con Isela, quien vio detenida la venta de sus decenarios por la cancelación de fiestas durante la contingencia; pero que en la edición de septiembre logró cambiarlos por té cedrón, algunas plantas medicinales, elotes, chilacayotes y flor de calabaza.
“Ahorita
no hay espacios para venta. Por ejemplo, nosotros hacíamos decenarios y en las
fiestas los vendíamos como artículos de recuerdo
y ahorita no hay oportunidad de venderlos. Es dinero parado, y cambiarlos por
cosas de comida es una gran ventaja. Yo creí que no iba a tener mucho éxito,
pero la verdad me voy contenta”, nos cuenta en ésta que ha sido su primera
participación.
En
este espacio, puedes encontrar desde hortalizas, vegetales, quesos y fruta,
hasta artesanías, utensilios de cocina, libros, ropa y zapatos que la gente
lleva para intercambiar por algo que necesite.
Por
tres años, doña Andrea ha participado en este proyecto. No obstante, en el
contexto de pandemia ha reafirmado su importancia. “Escuché una frase que
dice que si cultivas tus propios alimentos es como si tú imprimieras tu dinero,
y lo pude comprobar en pandemia, porque el dinero no sirvió para muchas cosas porque
se agotaron en los centros comerciales”, indica.
Sin
duda, una de las cosas más valiosas de este ejercicio es el generar comunidad.
Casi todas las personas que participan en él han llegado por invitación de
otras personas que se han sumado y que les han hecho notar lo valioso de su
experiencia.
Así lo comenta Esmeralda, quien ya ha intercambiado algunas de sus lechugas por vasos y otros alimentos. A cada persona con quien platica le regala un pie de lechuga, acelga, apio o lo que lleve en esa ocasión.
“La
experiencia es bonita porque conoce uno a las personas, se hacen otro tipo de
relaciones. Genera uno otro tipo de plantas que no tenemos o que no hay
posibilidad de comprar. Como no le ponemos precio hay cosas muy hermosas y por
algo simple la otra persona dice con mucho gusto te la doy de corazón y tú dame
una lechuga. Normalmente, con una lechuga no compro esa planta”, explica.
Entre
las primeras que se sumaron a este colectivo están doña Leandra y su hija
Clara, quienes elaboran la conocida “agua de barranca”, típica de Zacatelco;
así como moles, tlatlapas y atoles. “También elaboramos pipián y adobo.
Estos son totalmente tostados, no es nada frito, están libres de conservadores
y eso hace que el producto sea sano para nuestra alimentación. También hacemos
maíz o trigo con cacao para atole, manejamos toda esta variedad en época de
pandemia para fortalecer todo nuestro sistema inmune a base de productos
naturales que nos da el campo”, señala Clara.
Ellas
se encargan de producir maíz y haba, elementos necesarios para la preparación
del cacao. Todos sus productos los intercambian en diferentes eventos y también
sus saberes respecto a la elaboración de alimentos tradicionales de la región.
“Me
gusta porque vengo a cambiar mis verduritas, lo que no tengo en la casa, lo
vengo a cambiar y hay cosas buenas, frescas”,
explica Doña Leandra.
También
ocurre con doña María Torres y su esposo, quienes fueron invitados por su hija.
En esta ocasión, llevan peras y algunas flores de calabaza. “Unos
intercambiamos una cosa, otros otra y así nos ayudamos”.
Uno
de los retos de este tianguis es generar conciencia sobre lo que implica el
trueque, refiere Jessica; ya que la mayoría de las personas buscamos un
beneficio económico.
“Sí
es difícil que la gente comprenda que puedes adquirir algo sin la intervención
del dinero, sólo con el diálogo entre las personas que llegan a un mutuo
acuerdo… Esa relación se pierde cuando vamos a otro tipo de mercados, aquí
dialogan las personas y ése es el medio de cambio”, explica.
La
forma de valuar los productos es libre y diversa, la única restricción es el
uso de moneda. Algunos productores más experimentados usan el valor de sus
bienes en el mercado para obtener una equivalencia y realizar el cambio
conforme a ello.
Sin
embargo, en la negociación también entran otros elementos como el tiempo
dedicado a elaborarlo, el esfuerzo e incluso si tiene algún valor moral (en el
caso de artículos usados). Si no hay un acuerdo, el intercambio no se realiza.
“Nosotros
creemos que podemos llegar a un diálogo basado en los valores que tenemos. Yo
necesito ser responsable y honesto en la calidad de mi producto para que la
otra persona pueda ver el valor de las cosas que traigo”, abunda la joven organizadora.
El
grupo de personas que participa en este evento es diverso y creciente; por ello
se ha hecho necesario mejorar la organización para asignar los espacios dentro
del parque. Más aún, ahora requieren extender los eventos a otros municipios y
ahora tienen programadas ediciones en Zacatelco, Apizaco, Nativitas, otros
espacios de Tlaxcala y Tequexquitla.
Para
Jessica Vázquez, este tipo de iniciativas tiene impacto en la forma de consumir
“porque lo hacemos de manera irracional, compramos cosas que en realidad no
necesitamos, que no se producen localmente, que son elaboradas de forma dañina
para el medio ambiente y para nuestra salud. Sí necesitamos ser más conscientes
sobre qué vamos a consumir y de qué forma lo estamos haciendo”, concluye.
Participar en el Tianguis del Trueque no requiere que seas productor, ellos te invitan a vivir la experiencia, a mirar entre las cosas que puedes intercambiar y a intentar el diálogo como moneda de cambio; así como sumarte a sus diversos talleres. No dejes de seguirlos en redes sociales donde los encuentras como Colectivo Tianguis del Trueque Tlaxcala.
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