Los nombres en este reportaje se han cambiado para proteger la
privacidad de quienes compartieron su testimonio.
Zurya Escamilla Díaz (Tlaxcala) Conduces
después del trabajo, terminaste todos tus pendientes. Ha sido un buen día. De pronto,
algo en tu interior se sacude y te ves en un accidente. No sabes cuál fue
primero, si el pensamiento o esa sensación que cada vez se hace más fuerte. Te
falta el aire, tiemblas y parece que todo a tu alrededor se aleja.
Llegan más pensamientos: ¿y si
choco? ¿y si atropello a alguien? ¿dónde están mis hijos, mi papá, mi mamá, mi
pareja? ¿Y si me asaltan? Ahora, tu corazón está vuelto loco, tienes lágrimas
en los ojos y sientes tanta energía en tu pecho que parece que va a reventar.
Te estacionas, respiras, te
cuestionas porqué, mientras más imágenes fatalistas vienen a tu mente, con más
detalle, casi real. No sabes cómo inició, no tiene razón de ser, una parte de
ti busca convencerte de que es tu mente; pero no lo logra. Náuseas, mareo, la
vista nublada.
Llega a un punto que parece que
ya no puedes más; pueden pasar minutos u horas. No obstante, el malestar se va,
así como llegó. Toda la energía se fue, ahora sientes cansancio, tristeza,
culpa… ¿por qué?
Esta escena podría repetirse en
el transporte público, en la escuela, en la oficina, en la calle para una
persona que padece ansiedad.
En Tlaxcala, como en casi todo el
país, una de cada cuatro personas es diagnosticada con alguna enfermedad
mental. De acuerdo al Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 40 por ciento de los
tlaxcaltecas dice tener síntomas nerviosos; aunque el Instituto Nacional de
Psiquiatría reporta que el 14 por ciento de la población padece cuadros ansioso
depresivos. Además, el uno por ciento de la población presenta cuadros
psicóticos como esquizofrenia; así nos lo hace saber el Dr. Oscar Acosta
Castillo, líder estatal del Programa de Salud del Adolescente, en la Secretaría
de Salud (Sesa).
“Una noche, sentía que me faltaba el aire, pensé que me
estaba infartando. Respiración agitada, la presión se me fue por los cielos.
Llamaron a una ambulancia y fui a dar al hospital; pero en Huamantla no podían
controlar la presión arterial y, como tenía ISSSTE, me mandaron a Tlaxcala.
Luego de un día, vieron que era un problema nervioso”, comenta Alberto, quien fue diagnosticado con neurosis
depresiva hace 20 años; luego de una etapa de estrés laboral y el acumulado
durante su voluntariado en Cruz Roja.
Mientras, Martha, con 13 años de trastorno
ansioso-depresivo, nos cuenta “empecé somatizando con mi brazo izquierdo.
Hasta la fecha, a veces se me duerme y comienza a hormiguear. Me daba miedo
porque pensaba que me iba a dar un infarto y sentía que no podía respirar;
tenía dolor de cabeza y sentía que caminaba en una burbuja; escuchaba a la
gente lejos”.
En Sesa, brindan 60 mil consultas
al año en psicología y psiquiatría; principalmente para atender trastornos como
la ansiedad, la depresión, las conductas adictivas y los trastornos psicóticos.
Esta dependencia detecta los casos a través 180
unidades de primer nivel, cuatro UNEME CAPA; así como unidades de segundo y
tercer nivel; dos Centros Integrales de Salud Mental y Atención a Adicciones
(Cismaa); pero también de una “prevención selectiva” en escuelas y en el DIF.
¿Cómo se siente un ataque de este tipo?
Continúa con la lectura en: Enfermedades mentales, un silencioso calvario
No hay comentarios:
Publicar un comentario