Rey Sánchez (Tlaxcala, 5 de junio de 2019) Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos encontrado en la necesidad de realizar un trámite, solicitar algún servicio, etcétera; ya sea para uno mismo o para otra persona.
Acudir a las oficinas públicas de distintas dependencias en los diferentes niveles de gobierno, a menudo lleva a experimentar sensaciones de impotencia, hartazgo y desesperación para lograr su tramitación o solicitud.
Esa sensación de perder nuestro valioso tiempo en un asunto que puede demorar horas, en el mejor de los casos, o incluso días, debido a que -algunas veces- el servidor público que debe atender nuestra solicitud o trámite, después de una “rigurosa valoración de los documentos que exhibimos”, llega a la conclusión de que faltan algunos requisitos necesarios para poder proporcionarnos o brindarnos lo que solicitamos.
Esto deviene en muchas trabas u obstáculos, para al final negarnos aquello que hemos solicitado.
Estoy de acuerdo, que en determinados trámites se debe de dar cumplimiento total a los requisitos exigibles para la expedición de aquello que hemos solicitado y que, por lo tanto, forzosamente se deben satisfacer.
Sin embargo, también es cierto que, en muchas ocasiones, pareciera ser que el trabajo del servidor público es encontrar el mínimo error en nuestra solicitud a fin de poder encontrar un justificante para la negativa.
Y como, en ocasiones, los procedimientos no son claros (generalmente se tiene que ir de una ventanilla a otra o con el encargado fulano y sultano) y esto provoca la desconfianza en los sistemas administrativos que provocan dicha burocracia y corruptela.
Si a eso le aunamos que llevamos el tiempo encima y que, tal vez por el trabajo que desempeñamos, nos impide poder volver otro día, una vez que se haya subsanado el pequeño error u omisión en nuestra solicitud, lo único que se desea en ese momento, es que el trámite se facilite y así salir lo más pronto posible del hoyo negro en el que nos hemos metido.
Así inicia la cadena de la corrupción de ventanilla. Cuando, ante los múltiples obstáculos que el servidor público pone para la expedición del documento o brindarnos el servicio que solicitamos y las demás causas que he mencionado con anterioridad, el ciudadano decide utilizar la muy conocida y utilizada frase “écheme la mano, le aseguro que no me daré por mal servido”.
Esto implica tener que proporcionar dinero al servidor público para que facilité el trámite; pues pareciera ser que él es el único que cuenta con la varita mágica que subsana cualquier error u obstáculo. De esta manera, participamos en este fenómeno que afecta hoy en día a nuestro País.
¿Y cuáles son los indicadores de que las cosas no van por buen camino? El desconocimiento de los procesos administrativos y la desconfianza, al afirmar que los servidores públicos son deshonestos o generan confusión. De esta forma, habrá un incremento en los actos de corrupción, viciando la relación entre el Estado y el ciudadano.
“La corrupción que tanto afecta a México comienza desde la de ventanilla en la realización de un trámite.”

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