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domingo, 13 de marzo de 2022

Opinión | Sí, se desperdició una oportunidad

 


Zurya Escamilla Díaz (Tlaxcala, 13 de marzo de 2022) Lo sucedido el pasado 8 de marzo en la ciudad de Tlaxcala me hace pensar que el gobierno estatal no ha entendido algunas (o muchas) cosas y por ello fracasó en su intento de preservar intacto el primer cuadro de la ciudad durante esa jornada, pero sobre todo de acercarse a ese sector, cuyo reclamo ha pretendido tomar como bandera.


El acto de dañar inmuebles públicos y monumentos tiene que ver con lo que representan, razón por la que también se les protege. No entender esto lleva a acciones simplistas como colocar mamparas en una especie de pensar “si quieren rayar, que lo hagan aquí”. Puede gustarnos o no, podemos estar de acuerdo o no con el tema de las pintas; aquí no busco justificar, ni criminalizar, simplemente señalar que poco se puede hacer ante algo que no se entiende.


¿Lo sintieron como provocación? ¿Se pudo haber evitado? No lo sé. Lo que sí sé es que tanto las mamparas como las vallas y los plásticos mandaron un mensaje de cerrazón por parte de la administración estatal y de que, pese al discurso, en realidad no hay disposición a escuchar. 


Aún peor, el gobierno no entiende que no entiende. Decir que se desaprovecharon las mamparas colocadas para que las manifestantes se expresaran, insisto, es tener una visión simplista del asunto. Lo preocupante es que esa misma simplificación se refleje en el conocimiento, diagnóstico y atención de las diferentes formas de violencia que vivimos las mujeres en todos los ámbitos, así como de las estructuras que las favorecen.


Al final, colocar las mamparas no sirvió para proteger la estética de la ciudad o el patrimonio; tampoco sirvió el despliegue de un operativo policiaco que en los primeros minutos no intentó detener las pintas que -por cierto- ya casi terminan de borrar.


Sí fueron útiles para levantar un muro entre el gobierno del estado y colectivos, mujeres y familias que claman justicia, incluso para aquellos que se deslindaron o que también rechazaron “las formas”. Innecesario, para una administración que llegó con un amplio bono de legitimidad electoral y con la confianza de facto por estar encabezado por una mujer.


Por un lado, se pide confianza, pero no se otorga; por otro, se dice que es un gobierno de puertas abiertas al diálogo, pero se levanta una barricada para contener la manifestación. 


Nos preocupa dar una “mala imagen” de la ciudad, pero ¿qué hemos hecho para atender esa mala imagen que tiene el estado a nivel mundial por justamente uno de los principales problemas que enfrentan las mujeres?


Al final, no se leyeron pronunciamientos. Es lamentable, por supuesto, pero yo he cubierto la marcha a lo largo de seis años, he visto multiplicarse a sus participantes y he escrito notas que regularmente llevan un título como “Marchan mujeres para exigir justicia”, “Piden un alto a la violencia en el Día Internacional de la Mujer” y otros por el estilo. Como yo, muchas y muchos más que estaban ahí antes de mí han escrito sobre el 8 de marzo. Sin embargo, las autoridades permanecen en una sordera y ceguera que parece cada vez menos tolerable para las mujeres.


Efectivamente, se falló en reiterar el creciente llamado a la justicia, al respeto a los derechos humanos, a la no violencia, no desigualdad y no discriminación. Sin embargo, el mensaje por parte de quienes derribaron las vallas sí fue claro, seguramente es lo que puede esperar el gobierno si se encierra tras una muralla, si no se abre la problemática, al reclamo. 


¿Qué hacer con una Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) que vacila ante lo evidente? ¿Qué hacer con un gobierno que se cierra a las demandas sociales? 


Ciertamente el problema de la violencia no es nuevo y seguramente (por desgracia) tampoco será abatido por esta administración; pero se pueden tener avances importantes si de verdad se escuchan los reclamos, si se plantean alternativas de atención desde esta escucha. 


Por ello, quienes sí desperdiciaron una valiosa oportunidad de acercamiento fueron las autoridades. Ésta es la segunda marcha en su tipo con la que tienen que lidiar. En la primera, el 25 de noviembre de 2021, no hubo pintas ni vallas, pero sí una cadena de mujeres policía a las puertas de Palacio de Gobierno que incomodó a las participantes quienes la consideraron innecesaria y se limitaron a pronunciarse por poner fin a la violencia. Eso ya tendría que haber dado un atisbo de los posibles escenarios para el 8M, pero se dejó pasar.


Aún es tiempo de enmendar el camino. Ojalá esta experiencia no se eche en saco roto si realmente se busca avanzar en torno a los derechos de las mujeres y recuperar la confianza de la sociedad en las instituciones.

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