Por: Zurya Escamilla Díaz
Luego de semanas inciertas desde
la elección de noviembre en Estados Unidos (EE. UU.), Joe Biden asumió la
presidencia de ese país en medio de un clima de polarización legada por su
antecesor, Donald Trump.
Con esta transición, resurgieron
esperanzas para muchos migrantes y para personas como Richard Hein que han
dedicado su carrera a tratar de unir familias que se han visto obligadas a
separarse en la búsqueda de mejores condiciones de vida.
Egresado de la Universidad de
Saint Louis, Missouri; en 2003 echó a andar la Firma Legal Hein Law con la que
ha brindado su servicio a personas provenientes de diversos países de América
Latina; pero también de Canadá, Rusia, España y Turquía.
Si bien atiende untos
mercantiles, civiles y algunos derivados de lesiones; el tema migratorio es el
que lo ha mantenido ocupado, especialmente en los últimos cuatros años, los
cuales describe como caóticos.
Dado el reciente cambio en el
Ejecutivo estadounidense, platicamos con él para conocer su perspectiva sobre
lo que vendrá con esta nueva administración.
…
“Nosotros llevamos casos de
migración de familias con el propósito de unirlas y mantenerlas así. Sean
amantes, prometidas y prometidos, esposas o esposos, niños y padres. La idea es
que puedan traer un familiar del exterior para vivir de manera permanente y
legal en el país”, explica Hein.
EP. ¿Cómo ha sido su trabajo en
los últimos años y cuál es la expectativa sobre cómo será en los venideros?
RH: Como podrás imaginar, desde
hace cuatro años, desde el 21 de enero de 2017, cuando fue instalado el
presidente Trump y hasta el día de ayer, ha sido un caos total.
Mi vida cotidiana es así: despierto,
agarro el dispositivo y con un ojo -y un poco de espanto- veo qué clase de
tweet salió durante la madrugada para voltear todo lo que habíamos hecho el día
anterior.
Eso procede de una mente enferma,
creo yo, que contagió a una gran parte del país y que metió sus tentáculos en
la ley migratoria, en su aplicación más bien, porque nunca se cambió la ley,
sino su aplicación de acuerdo con lo que determinó el titular del poder
ejecutivo de los EE. UU., el presidente Trump, para inyectar un alto nivel de
caos y una vuelta de lo que había sido durante décadas los procesos normales
para solicitar requisitos.
Con Biden, la expectativa es que
tengamos una vuelta a la normalidad, más o menos. Una de las cosas que espero es
que deshaga lo que había hecho Trump respecto a las órdenes ejecutivas, empezando
con el veto migratorio a personas con países de mayoría musulmana y terminando
con la implementación de un nuevo proyecto de ley sobre migración para que
pudiera desarrollarse una regularización de 11 a 12 millones de inmigrantes
ilegales en el país, los beneficiarios del programa DACA (Acción Diferida para
los Llegados en la Infancia). De modo que puedan aprovechar un camino hacia la
residencia permanente en los Estados Unidos y eventualmente hacia la ciudadanía
por naturalización, para que puedan participar completamente en la vida social
y comunitaria del país.
Una cosa que hizo bien Trump la
noche antes de que Biden asumiera la presidencia, a mi juicio, fue sobre los
venezolanos. He visto números entre 96 mil y 200 mil personas de ese país que
hoy se encuentran en Estados Unidos de manera irregular por la situación
humanitaria, económica y política en su país. Así no tendrán que volver a esa
clase de crisis y situación triste que el noble pueblo venezolano lleva tanto
tiempo aguantando y que es la causa de la salida de casi 5 millones en los
últimos años; una transferencia enorme, al nivel de Siria durante su guerra.
Reconozco lo que hizo, pero
también es un punto de caos porque no se esperaba nada de eso. Los venezolanos
habían descartado la promesa de Biden, especialmente aquellos que vivían en la
Florida y que no querían un TPS (Estatus de protección temporal). Esto es un TPS,
elaborado por el mismo presidente, pero con otro nombre. Brinda -más o menos- los
mismos beneficios del TPS y del DACA con acceso a un carné de trabajo durante
18 meses y sin posibilidad de deportación en ese mismo periodo.
A lo largo de estos dos o tres
meses que vienen, yo creo que van a tener que elaborar las reglas y las
planillas para que los venezolanos puedan aprovechar el programa DED, que para
mí es ridículo porque en inglés suena como “muerte”, como la presidencia de
Trump; pero es lo que nos regaló mientras salía por la puerta trasera de la
Casa Blanca.
EP: Comentaba que, como todo
el mundo, despertaba todos los días pensando en el siguiente tweet y lo que
pudiera causar en cuanto a las relaciones con otros países. ¿Considera que la
nueva administración tendrá muchas dificultades para deshacer estas decisiones
de los últimos cuatro años?
RH: Es un buen punto porque, de
hecho, el expresidente Trump había intentado deshacer y desmantelar el programa
DACA que entró en vigor en 2012 con la administración Obama, cuando Biden era vicepresidente,
y llegó a la Corte Suprema en dos ocasiones en estos cuatro años. La última vez
creo que fue en noviembre. La Corte Suprema de Justicia, que ahora constituye
una tercera parte de jueces nombrados por Trump, rechazaron su intento de
desmantelar el programa y ahora se encuentra en la misma condición.
En primer lugar, Biden tendría
que firmar una orden ejecutiva para deshacer, por ejemplo, el veto migratorio,
para deshacer la política de separación de los niños en la frontera. Pero si
alguien capacitado y con facultad para implementar una demanda impugna una
nueva orden ejecutiva, ese tema podría atrancarse en las cortes durante mucho
tiempo. Así que dependería del fundamento legal de la nueva orden ejecutiva y de
su eficacia legal. Yo tengo expectativas de que el nuevo presidente pueda
deshacer muchas de esas órdenes y sobrevivir a la revisión judicial.
EP: ¿Cómo observa todas las
demás partes del sistema de Estados Unidos, por un lado, y por otro a la
ciudadanía respecto a estas decisiones ejecutivas? Parece que el gobierno de
Trump dejó dividida la opinión en el sector social y gubernamental.
RH: Será un desafío bastante fuerte
para Biden. De hecho, en su discurso de investidura, abrió los brazos e hizo un
llamado a quienes favorecieron a Trump en la elección de 2020 para darle una
oportunidad, para inspeccionar su corazón humano y dijo “tenemos que dejar esta
guerra civil atrás”. Es una guerra civil en el sentido de que tanto derecha
como izquierda han sido muy fuertes en sus denuncias en los últimos siete u
ocho años.
Fue una chispa, la chispa de Ferguson
-que es mi ciudad- en agosto de 2014. Ésa fue de las más importantes
manifestaciones por justicia racial el Estados Unidos. Llevamos siete años
experimentando marchas, manifestaciones y, lamentablemente, actos de violencia
en varias ciudades por la actuación de la policía contra personas de raza
negra.
Eso también ha sido un punto de
inflexión en la vida social de EE. UU. porque es muy difícil convencer a uno
que no ha sido afectado por una injusticia derivada del color de la piel de que
realmente es un problema. Yo era uno de ellos, hasta lo que sucedió en Ferguson.
Entonces fui, presencié y dije “algo realmente está mal en nuestra sociedad”. Es
una resaca del nacimiento del país, de la esclavitud que estamos todavía
intentando superar hoy.
El presidente llamó por nombre a
los grupos de supremacía blanca para decirles que no vamos a aguantar esto más.
Es una actitud contraria a la que tenía el presidente Trump, en la que llamaba
a todos estos grupos de manera sutil para seguir con sus actuaciones fuera de
la ley y que culminaron con ataques el 6 de enero al Capitolio en Washington DC,
algo realmente impactante.
Aun así, al 20 por ciento de los
republicanos no les pareció mal lo que hicieron las multitudes ese día. Una
insurrección armada y violenta contra no sólo el edificio del Capitolio, sino
en contra de un proceso que se llevaba a cabo en el momento del ataque como lo
establece la enmienda número 12 de la Constitución que es el conteo de votos
electorales; un atentado contra la democracia en sí porque iban intentando
deshacer los resultados de una elección libre, justa y verificable, que fue
certificada por los estados porque así funcionan las elecciones en EE. UU.; y
contra personas físicas como sus representantes y su propio vicepresidente,
Mike Pence.
Estaban todos los senadores y
todos los representantes porque ésta fue una sesión conjunta, lo que ocurre
rara vez. Se hace ahora, para el conteo de votos de la elección presidencial;
se hace también una vez al año cuando invitan al presidente a dar el discurso
sobre el estado de la Unión.
Pero esta sesión también era
especial porque está concebida en la constitución y es presidida por el
vicepresidente. Así que todo el alto mando (excepto el presidente) estaba
presente; por lo que era un blanco seguro para estas multitudes porque su líder
no estaba ahí.
Tienen que ser investigados y
castigados no sólo los actores materiales, sino los intelectuales del ataque. Tienen
que ser llevados a la justicia; si no, estamos aceptando la impunidad en EE. UU.
EP: ¿Cuáles considera que
serán los principales retos que enfrentará el presidente Biden?
RH: Lograr un acuerdo político
sobre la reforma migratoria va a ser un peso muy fuerte para la nueva administración;
pero el reto número uno, aparte de la política, es el tema de salud pública porque
la COVID-19 está fuera de control en nuestro país.
Para darte una idea, si
tuviésemos las mismas tasas de muerte que tiene otro país desarrollado y de
primer mundo como Alemania, tendríamos a casi 300 mil personas estadounidenses
vivas hoy en día. Pero esto es resultado de la falta de liderazgo a nivel
federal, a nivel estatal también con los gobernadores, más que nada
republicanos. Aunque es cierto que California está encabezado demócratas y
Nueva York también; pero los números están disparados por la falta de liderazgo
que viene desde arriba, en la cumbre del gobierno. Hemos experimentado una
falta completa de interés y liderazgo por parte del expresidente.
Así que Biden ahora tiene que
implementar una manera de controlar esto, por su liderazgo, por su actitud y su
forma de presentarse como ejemplo, creo que lo va a lograr.
Como él dice, usar la mascarilla
es como símbolo de patriotismo estadounidense, estamos todos involucrados en
esto y lo que yo haga afecta a los demás. Eso es un gran problema en la sociedad
estadounidense hoy, el narcisismo manifiesto en el “¿qué me importa lo que hace
aquel?” o “¿qué le importa lo que hago yo?”. Esto tiene que llamarnos la
atención, pues puede tener como consecuencia una acción en otra persona.
El segundo reto sería la
distribución de las vacunas, que ha sido un desastre en las últimas seis semanas
por esa falta de liderazgo, hay que hacerlo con eficacia y rapidez. La meta de
Biden, según él mismo, es tener a 100 millones de estadounidenses vacunados en
los primeros 100 días de su mandato. Esto es hasta finales de abril.
Según el doctor Fauci, encargado
de la atención por COVID-19, es una meta alcanzable si se implementa una
distribución de manera rápida y eficaz.
También es un reto la división
social. Está intentando coser la sociedad más dividida que hemos experimentado,
tal vez, en 155 años desde que se terminó la guerra civil en 1865.
Otros retos hay y son variados,
pero son los más importantes.
EP: ¿Y qué hay de la relación
con México?
RH: En cuanto a la relación entre
AMLO y Biden no tengo duda de van a llevarse bien. México y EE. UU. tenemos una
historia común, una historia compartida. Hemos tenido problemas, como buenos
vecinos; pero la cercanía no va a acabarse, la cooperación en cuanto a
seguridad, en técnicas antinarcóticos, el compartir inteligencia, todas esas
formas de cooperación mexicana y estadounidense van a seguir sin interrupción.
Nuestro vecino del sur ha sido un
buen vecino y ha contribuido mucho a la sociedad estadounidense con mano de
obra, con cultura, con recursos y creo que es una relación muy estrecha. Yo
creo que los lazos de amistad y comerciales no pueden menos que fortalecerse
con la administración de Biden.
EP: Con respecto al trabajo
que realiza como abogado, ¿cuáles son sus expectativas?
RH: Creo que vamos a poder unir a
más familias. Eso es lo más importante que podemos esperar esta administración
con nuevas formas de conducta por parte de los oficiales de inmigración en las
puertas de entrada en la frontera. Una política de desarrollo más humana, más
sensitiva hacia los intereses y necesidades de los migrantes en Estados Unidos.
Cabe destacar que todos en EE. UU.
venimos de otra parte, a menos que seamos americanos nativos; pero la gran
parte de la población es inmigrante. Por eso me agrada tanto el trabajo que
hago porque yo sé que mis antepasados llegaron aquí sin nada, sin educación, buscaron
y desarrollaron el sueño americano, y éste debe extenderse a todos los
merecidos.
Bajo la administración de Biden,
yo creo que aumentará la visión hacia una sociedad más plena, amplia y diversa;
incluida la gente de otros países. Será un cambio de 180 grados respecto a lo
que hemos visto en los últimos cuatro años. Para mí es una visión muy inda que
nos merecemos también los estadounidenses porque gozamos de la diversidad, nos
ayuda y nos hace mejores como seres humanos y ciudadanos.
…
Tal como lo comentó Richard Hein,
el presidente Biden firmó 17 órdenes ejecutivas tras la toma de protesta; con
la intención de echar atrás decisiones tomadas por la administración anterior.
En materia migratoria, destacan aquélla para deshacer el veto a inmigrantes de
países con mayoría musulmana, para preservar y fortalecer el programa DACA,
para poner un alto a la separación de familias en la frontera y a la
construcción del muro fronterizo.
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