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miércoles, 11 de noviembre de 2020

Eres libre de ser libre

 



? Julio César González Morales

Profesor-Investigador en El Colegio de Tlaxcala A.C.

Recientemente Netflix ha puesto a disposición de sus usuarios un nuevo material. Lo han traducido al español como “El dilema de las redes sociales”. Es, como ellos mismos lo clasifican, una especie de híbrido cinematográfico entre drama y documental. En la película, se entreteje el relato “ficticio” de un joven adicto a las redes y a su celular, con poderosos argumentos muy bien documentados por ex profesionales de Google, Facebook, Twitter, Instagram, entre otros especialistas.

Una de las tesis principales de la película podría formularse del siguiente modo: “Las redes, representan una amenaza existencial para la humanidad”.  Esa afirmación se argumenta en el hecho, bastante constatado, de que las personas, sobre todo jóvenes, adolescentes y niños, han ido poco a poco, perdiendo el rumbo de sus vidas, en brazos de las tentaciones de estas redes, que han encontrado la manera de apoderarse de la realización de algunas de las más importantes motivaciones de los seres humanos: reconocimiento, aprobación, aceptación social, poder, éxito, en fin, de la creación de la ilusión de triunfadores.

Los testimonios vivientes que participan en el film reconocen que este fenómeno de manipulación social no es nuevo en lo absoluto. Es lo que han hecho siempre la mayoría de los líderes políticos a lo largo de la historia, las campañas publicitarias, la prensa, la televisión, la iglesia, las grandes corporaciones; incluso hasta la escuela, cuando se inserta en los grandes sistemas educativos formalizados. Lo nuevo es que el salto cualitativo que ha permitido el impetuoso desarrollo de la tecnología promete elevar las capacidades manipulativas de todos esos actores juntos, a niveles nunca logrados.

Los valores de la democracia, la libertad, los derechos humanos, la paz, están ahora más en peligro que nunca, lo cual ocurre de forma encubierta bajo el manto de las incuestionables virtudes, adelantos, facilidades, comodidades, oportunidades, que todos estos recursos tecnológicos han traído indiscutiblemente a nuestras vidas. El problema, como se ha repetido muchas veces, no es la tecnología, es el uso que se le dé, el propósito para el que se utilicen. Pero, al parecer ciertos grupos de poder, pertenecientes a ciertas clases, insisten en hacer cierto uso de ella, para fortalecer ciertos poderes económicos y políticos de dominio y control social.

Son algunos de los usos que se le dan a las redes sociales y a las tecnologías de la comunicación los que refuerzan y potencian esos riesgos, que, sin lugar a duda son muy reales. En sentido contrario salta a la vista, como antídoto evidente, el que las redes, y aplicaciones, han tenido para garantizar el contacto entre maestros y estudiantes, de todos los niveles, en el contexto de la pandemia de COVID-19 que azota al mundo. Son muchas las muestras de utilización de las redes para garantizar diálogos constructivos, intercambios académicos, vínculos educativos, aprendizajes auténticos. Son muchas las potencialidades de todos estos recursos para producir un cambio paradigmático real en los procesos educativos, que les permitan asumir su carácter interactivo, constructivo, desarrollador y emancipador, que nunca han alcanzado.

No obstante, el documental de Netflix, y otras muchas evidencias, nos avisan de que algo terrible se está configurando, está ocurriendo ya, desde hace mucho, y que debemos reflexionar sobre el asunto desde todos nuestros ámbitos:  personal, familiar, laboral, social. Lo que el filme describe, atenta directamente contra la Capacidad de Agencia de los seres humanos, es decir, reduce las potencialidades de autorregulación del comportamiento de personas y grupos. De seguir ese rumbo, las redes sociales amenazan en convertirse en potentes barreras estructurales para la autodeterminación, lo que dicho en otros términos no es más que perder el poco margen que nos va quedando para ser libres. Es decir, de guiar nuestro comportamiento por rutas seleccionadas realmente por nosotros mismos de manera al menos, relativamente independientes.

Cada persona en particular debería reflexionar autocríticamente sobre el uso que le está dando a las redes y recursos tecnológicos. Pensar seriamente, en para que los necesitamos realmente y trazar una estrategia de uso constructivo para nuestras vidas. El uso del celular, tabletas, computadoras, provoca un placer funcional, que poco a poco se va convirtiendo en adicción. Llega el momento que no podemos apartarnos de ellos y nuestras vidas se ponen en función de su uso, cuando debería ocurrir exactamente al revés.

En la familia, padres y madres deben observar y regular el uso que sus hijos, niños, adolescentes y jóvenes hacen de esos artefactos. Jugar, chatear, ver videos, oír música, son actividades muy beneficiosas siempre que se realicen en el momento y tiempo adecuado, en las dosis correctas. El establecimiento de reglas, normas y compromisos de uso racional de los artefactos tecnológicos, puede ser un procedimiento muy saludable. Estamos hablando justamente de un tema de salud mental, física y espiritual.

Se debe llenar nuestras vidas y la de nuestros hijos, de acciones que tengan un sentido y un fin positivo a largo plazo y utilicemos las herramientas tecnológicas como apoyo y medio para lograr esos fines. Es lo que son realmente: herramientas, medios, recursos para lograr metas y objetivos integrados en un proyecto de vida saludable y sustentable con nuestro entorno natural y cultural.

Te propongo un ejercicio. Coloca tu celular en un lugar donde puedas verlo. Míralo y pregúntate: ¿Qué estás haciendo conmigo? ¿Qué hago yo contigo? ¿Para qué te necesito realmente? Responde esas y otras preguntas. Toma decisiones y traza una nueva estrategia de comportamiento acerca de él. Dale un sentido positivo a tu vida, reconstruye un proyecto y no permitas que una pantalla te induzca en todo momento lo que debes hacer. Toma el control de tus acciones y haz que tus hijos aprendan a hacer lo mismo 

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