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lunes, 29 de junio de 2020

Educar para la paz, el reto de ser padre



Zurya Escamilla Díaz (junio 2020) Frecuentemente, en redes sociales circula una frasecilla que reza “la crianza es un acto político” y lo es, sin importar quién intervenga, porque a través de ella se transmiten ideas sobre las otras personas, sobre las normas, los valores, los hábitos y las costumbres que terminan por impactar en la forma en que nos relacionamos.
En la sociedad mexicana aún es recurrente el modelo de paternidades tradicionales con figuras autoritarias, asociadas con la idea de un padre proveedor, pero frecuentemente distantes de la crianza de los hijos e hijas; por ello, es un reto el lidiar con esas y otras ideas preconcebidas para lograr una paternidad más integral donde tanto las familias como el conjunto social se vean beneficiadas.
Por lo menos hasta 2017, el 73 por ciento de los hogares tlaxcaltecas tenían una jefatura masculina que, según la información generada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se asocia con el nivel de aporte económico al presupuesto familiar y a
que, derivado de ello, muchas decisiones suelen recaer en quien provee.
Del total de hogares con un jefe del hogar, en 166 mil 790 se hablaba de una composición donde hay dos figuras que ejercen la paternidad y/o la maternidad; mientras que en 9 mil 550 más se reconoce a un padre soltero.
La encuesta intercensal 2015, arrojó que el 86 por ciento de los padres de familia en México realizaban alguna actividad económica; mientras que el 22.2 por ciento del total manifestó realizar alguna actividad de apoyo en el hogar, al menos una hora a la semana.
Sobre este importante rol, nos platican algunos padres de Tlaxcala, quienes coinciden en la importancia de involucrarse en el desarrollo de sus hijas e hijos, mantenerse cercanos, enseñarles valores y velar porque se conviertan en adultos felices, pero también responsables con la sociedad. 

Educar en el respeto y libertad
A sus 36 años de edad, Alejandro Solís enfatiza que ser padre ha cambiado su vida. Desde que la primera de sus tres hijas nació hace 12 años, ha sido un aprender constante y un compromiso por mostrarse como ejemplo tanto en el ser como en el actuar, “para que ellas me miren como una buena persona”.
Alejandro se ha involucrado activamente en la vida de sus hijas desde su nacimiento con su
alimentación, su educación, sus juegos.
Para él, lo más importante es educarlas con respeto, “por sus diversas edades han tenido cambios emocionales y físicos; esto es difícil para mí porque al ser de sexos diferentes creo que como padre también es importante respetar sus espacios y que ellas decidan si comparten conmigo esos cambios o consu madre”.
“Me gustaría que sientan mi apoyo, que me tengan confianza si algo les pasa”, agrega. Por ende, participa en las faenas, reuniones y otras actividades escolares; pero también disfruta preparar la comida y saber que a ellas les gusta, enseñarles a andar en bicicleta, jugar videojuegos o usar la patineta.
“En este tiempo de pandemia, me he preocupado más por limpiar sus cuartos, desinfectar la casa y que lo que usen esté limpio; por ejemplo: lavar sus juguetes, su ropa, estar al pendiente de lo que necesiten y hacer lo necesario para cuidarlas”.
En esta labor, le interesa enseñarles lo importante que es ser feliz, alejarse o dejar de hacer cosas que no abonen a ello. “Hay que hacer sólo lo que nos gusta, que aprendan que pueden decidir con libertad su futuro, que siempre pueden decir lo que piensan, siendo responsables por lo que dicen”.
Esto, la responsabilidad y la felicidad, es lo que Alejandro más desea para sus hijas en su edad adulta. Para lograrlo, deja que se expresen con libertad, las orienta con valores, les inculcar la importancia de asumir sus responsabilidades, atiende sus dudas y fomenta un pensamiento crítico; particularmente, “busco enseñarles que me importan y que me gusta ver sus caritas felices”.

Formar ciudadanos con valores 
“Recibí la llegada de mi niño hace cinco años con mucho amor y alegría. Realmente era algo esperado, planeado y por tanto fue muy cuidado y lindo”, comenta Gerardo Orta al recordar ese momento.
Con 34 años de edad, reconoce que ser padre implica mucho tiempo, sacrificio y entrega al aprendizaje diario. “A veces uno se olvida que también fue niño y cuesta trabajo entenderlos por lo dinámicos que son, tienen mucha pila, son incansables. Ser padre me ha permitido redescubrir esa parte que ya había olvidado con el paso de los años”, refiere.
El estar separado de la mamá de su hijo no ha impedido que desarrolle su papel de padre a conciencia y con responsabilidad. “Mi relación con ella me ha permitido estar al pendiente de su desarrollo, de sus actividades escolares, de su salud y de todas sus necesidades; de tal suerte que yo estoy al tanto de todo, quizás no como yo quisiera en cuanto tiempo, pero de alguna manera sé que no he fallado como padre”.
El haberse convertido en papá, ha permitido a Gerardo mirar de forma distinta su relación con su padre, redimensionar los esfuerzos que realizaron él y su mamá durante su formación. “En su momento no entiendes del todo los consejos, las palabras, lo regaños incluso. Ahora, viéndolo con mi niño, digo qué razón tenían. Cuando mi papá me daba un consejo, cuando me regañaba, cuando me decía échale ganas, haz lo mejor posible, ahora lo puedo dimensionar”.
Precisamente, eso le permite saber que los valores bien sustentados son una prioridad en la crianza de su hijo de apenas cinco años; busca que el valor, el respeto, la tolerancia, la solidaridad y la perseverancia lo acompañen mientras descubre su camino en el mundo, siempre con su orientación. “A mí lo que me interesa es que sea un niño feliz y que se desarrolle de la manera más adecuada”.
Cuando llegue a su edad, le gustaría que su hijo continúe su preparación en el camino que haya elegido, que pueda darse el tiempo y tener la oportunidad económica de hacerlo, que se convierta en un líder apasionado por la tarea que haya decido desempeñar; pues siempre tendrá su apoyo.
En este sentido, le preocupa que la sociedad esté en una constante pérdida de valores, porque para él es importante que su hijo los tenga. “Noto que vivimos en una polarización muy marcada en nuestro país, eso construye y fomenta mucho enojo y rencor entre grupos. De tal forma que, si yo puedo contribuir con un granito de arena para que mi hijo sea un mejor ciudadano, lo voy a hacer. Así me gustaría que el resto de la gente lo pensara porque de eso depende el futuro de nuestro país, de nuestra sociedad, de las familias y los niños que
hoy tienen la edad de mi hijo”, explica. 
Gerardo es consciente de que las situaciones que se viven en casa durante la niñez suelen trasladarse a la edad adulta.
“Tenemos que ser muy empáticos con los niños y saber sus comportamientos, sus gustos, volver a ser niños. El estrés, el trabajo, las responsabilidades, nos hacen olvidar que hay un niño que quiere jugar contigo, que quiere ver las caricaturas contigo, que quiere jugar algo con lo que tú tengas que echar mano de tu imaginación porque ellos así son. Si criamos a un niño con amor, con pasión, con entrega, tolerancia, respeto, creo que vamos a forjar buenos
ciudadanos”, concluye. 

Promover la no violencia
A 21 años de haberse convertido en papá por primera vez y ocho del nacimiento de su hijo menor, Antonio Guarneros comparte que esperó muy emocionado la llegada de ambos. “Recuerdo que veía sus uñas, sus deditos de recién nacidos, siempre con mucho cariño”.
Ser papá y ser periodista, dice, es lo mejor que le ha pasado en sus 45 años de vida. “Me veo reflejado en mis hijos, me gusta jugar con ellos, abrazarlos, a veces los regaño”.
Para él es importante que entiendan sus llamados de atención y que no sólo sea un acto autoritario. “Mis padres me prohibían cosas que sabían que no eran buenas para mí. Cuando me doy cuenta estoy actuando de la misma manera, tratando de imponer y siento que no es
la forma”.
Más bien, agrega, le gusta dialogar con su esposa y buscar la mejor manera de inculcar valores, pero al mismo tiempo explicar que no todas las familias educan igual; por lo que es importante respetar a los demás, pero también evitar que abusen de ellos.
Todo esto le ha permitido cambiar por completo la percepción sobre su propio padre y entender con madurez sus decisiones. Ahora, por ejemplo, sabe que no le gusta ver a su hijo de ocho años usar armas de juguete para entretenerse porque son instrumentos que promueven la violencia.
Reconoce que su esposa es quien pone más atención a su hijo. A pesar de ello trata de estar al pendiente y cuando se trata de matemáticas, hacerle saber que está en un proceso de aprendizaje y que no está mal no saber, sino darse por vencido en el camino para lograrlo.
Antonio desea ver a sus hijos realizados en su vida personal y profesional, que sean felices; por ello, busca enseñarles la importancia de esforzarse para lograr sus anhelos.
Sobre lo que desearía que el mundo ofreciera a sus hijos, refiere “esperaría que la sociedad fuera más tolerante, creo que estamos inmersos en la pérdida de valores, tenemos que trabajar desde la familia, inculcarlos. Por eso no me gusta que juegue con pistolas”.
Finalmente, destaca que los padres deben tener un rol activo en la educación de sus hijos para lograr esos cambios que requiere la sociedad y que terminarán por beneficiar a las futuras generaciones.

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