Zurya Escamilla Díaz (Tlaxcala, Tlax., 21 de octubre de 2019) Dos asambleas reventadas este domingo en el proceso interno del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en Tlaxcala fue el saldo de una semana que no ha pintado bien para el gobierno, legisladores y militantes de ese instituto político.
Decía la semana pasada que si algo faltaba por aprender a los morenistas del priismo era la disciplina (aunque, por supuesto, ésta nunca debería ser ciega) y ahora, con lo ocurrido en Culiacán y los problemas internos del partido, parece aún más que los representantes de esta fuerza política no saben qué hacer.
Lo ocurrido en Sinaloa, más allá de las justificaciones y la decisión final sobre la no detención de Ovidio Guzmán López, da muestra de una falta de coordinación y de estrategia por parte de las autoridades encargadas de brindar la seguridad pública, ahora integradas en la Guardia Nacional.
Por otra parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho en varias ocasiones que él no se mete en los asuntos de ese instituto político y éso sería lo ideal; pero esto también deberían entenderlo los superdelegados en las entidades.
No sólo en Tlaxcala ha habido acusaciones hacia la delegada de los programas del bienestar, sino también en otros estados. Sobre ellos, como funcionarios de la administración pública federal, el presidente sí puede decidir, opinar, llamar la atención.
¿Tienen una y otra cosa que ver? ¡Claro! Es el eterno reaccionar en lugar de prever situaciones conflictivas: en el desarrollo democrático de un partido, en los temas de seguridad, de administración pública, etcétera.
Ya pasaron 10 meses del actual gobierno federal y es necesario que tanto en lo legislativo, como en lo ejecutivo como en los temas eminentemente partidistas, la clase política deje de improvisar y comience a planear sus estrategias; de otro modo, éstos y más problemas se esperan para la sociedad mexicana.
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