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sábado, 5 de septiembre de 2020

STEM / TIC I: juguetes, clases virtuales y Pigmalión

 


Por Guillermo Emmanuel Pérez Ramírez

I

Hace un par de semanas, mientras la televisión cumplía su función de acompañante y proveedora de ruido de fondo, un comercial llamó mi atención, en él se anunciaba un juego en línea gratuito, basado en la popular serie de animación “El Chavo”, que prometía acercar a los niños a los principios básicos de la programación para computadoras. Todo muy colorido y didáctico. La idea ciertamente era interesante, me recordó inmediatamente a un maravilloso set de robots de Lego que había visto el año pasado cuando buscaba juguetes junto a mis sobrinos. El alegre encargado de mostrar los robots nos mencionó que ése era un nuevo paquete diseñado para iniciar a los menores de 7 años en la programación de robots. Al momento de sostener el control para maniobrar al muñeco, desee que hubieran existido juguetes así cuando era pequeño.

El pasado 21 de julio, el New York Times publicó un interesantísimo artículo bajo el título “No, mi pequeño no necesita aprender a programar”[1], donde su autora repasaba el creciente campo de juguetes tipo STEM (acrónimo en inglés para los términos Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) y la veracidad sobre sus proclamas de estimular e impulsar el desarrollo de las niñas y niños en los campos técnico – científicos. Para un mercado estimado de 3.6 mil millones de dólares al año y con un incremento del 66% con respecto al año pasado, resulta un poco sorprendente que ninguna compañía productora haya pensado en realizar investigaciones serias para validar las afirmaciones de unos juguetes que, supuestamente, deberían impulsar las habilidades y actitudes científicas en los menores de edad. ¿Por qué entonces de este boom tan intenso?

El texto de Lieber señala un aspecto clave para entender el ascenso de la cultura STEM: el mercado laboral. Cuando los indicadores educativos de EUA mostraron que sus estudiantes reportaban menores puntuaciones en “ciencias duras” que sus contrapartes en otros países, así como un descenso en el interés de sus adolescentes en carreras y puestos de trabajo relativos a esas disciplinas,[2] las autoridades educativas comenzaron un agresivo plan para revitalizar los campos de ciencia y tecnología con el objetivo de evitar que números puestos de trabajo fueran ocupados por ciudadanos no estadounidenses. La idea eventualmente se expandió por la sociedad americana hasta encontrar un nicho en el lucrativo mundo del entretenimiento.

Bajo esta influencia, los juguetes ya no solo deben divertirnos, sino que ahora deben enseñarnos explícitamente algo, su valor recae en cuánto y cuán pronto pueden darnos herramientas (ventajas) que posteriormente usaremos en el competitivo mercado laboral. Lo suyo es la lógica de la inversión y la ganancia. En tu hijo, o hija, está en potencia el próximo Mark Zuckerberg o Elon Musk, únicamente debes dotarlo de las herramientas adecuadas, por supuesto, entre más pronto mejor.  La ironía viene cuando esas promesas de pragmatismo y rigor científico no están sustentadas en una base auténticamente científica, sino es suposiciones. No venden hechos, sino la ilusión del mismo.

II

El 27 de julio comenzaron, en varios estados de la República mexicana, las reuniones entre maestros para ir preparando el ciclo escolar 2020 – 2021. Ante la crisis sanitaria provocada por la pandemia del Covid-19 y la imposibilidad de retomar las clases presenciales, los profesores y cuerpos académicos se esforzaban, contra tiempo, en encontrar la manera de retomar sus labores docentes acorde a la “nueva normalidad”. La respuesta que ha tenido mayor eco parece ser, a la vez, la más obvia: usar la tecnología, específicamente las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Utilizar las diversas pantallas y aparatos con los que ya contamos cotidianamente, pero ahora enfocados a la enseñanza - aprendizaje. En una de esas reuniones pude escuchar el comentario de una profesora externando sus expectativas respecto a la aplicación de las TIC y las clases en línea. Su conclusión era simple: las nuevas tecnologías nos iban a permitir “ser mejores que en la vida real”.

Los juguetes STEAM y las aulas virtuales son dos sugestivas manifestaciones de una cierta predisposición a equiparar, sin previa reflexión, lo técnico – científico con la solución total, o dicho de otro modo, con la verdad. Ya Horkheimer y Adorno nos advertían de esa tendencia, propia del pensamiento racional burgués, de dotarle un fin último a la razón instrumental y con ello, a la ciencia, su derivado: “La ciencia misma no tiene ninguna conciencia de sí; es un instrumento. Pero la Ilustración es la filosofía que identifica verdad con sistema científico”,[3] nosotros hemos ido un paso más allá y ahora equiparamos tecnología con verdad, entendida ésta como la respuesta universal a cualquier pregunta.

Las pantallas táctiles, la red 5G y los juegos de química no van a salvar por sí solos las carencias estructurales del sistema educativo. Tampoco van a formar perfectos niños prodigios de la ciencia. Sería triste depositar todas nuestras esperanzas en utensilios con cualidades tan limitadas. Una y otra vez regreso a aquel párrafo de Lefranc Weegan sobre la imposibilidad de modelar al humano con la técnica como eje rector:

 “Las manifestaciones técnicas no definen al ser humano sino el momento histórico. La rueda, la máquina de vapor, las naves espaciales o la telefonía celular no han transformado en realidad al ser humano.

Es decir, la capacidad técnica caracteriza al ser humano pero no lo determina; no somos los seres del espacio, como no fuimos antes los autómatas mecánicos”[4]

No hay nada de censurable en la aplicación de la tecnología en la enseñanza, es más, es deseable, sin embargo, deberíamos templar nuestras expectativas sobre ella y no conferirle el dominio supremo. En estos momentos de incertidumbre y desesperación por obtener respuestas rápidas, olvidamos el discurso reflexivo, crítico y saludablemente escéptico que contiene el pensamiento auténticamente científico. Como si de un Pigmalión moderno se tratase, nos enamoramos tanto de nuestras creaciones técnicas que deseamos ardientemente que sean la razón y solución de todo en nuestra vida. Obsesionados por la ciencia y su aplicación, olvidamos lo que realmente significa.


[1] Lieber, Chavie, “No, My Toddler Doesn’t Need to Lear to Code”, The New York Times, 21 de julio de 2020. Disponible en: https://www.nytimes.com/2020/07/21/parenting/stem-toys-kids.html?fbclid=IwAR07SMZqCpkD-36-i4y2HouVup09_9CFcgoht3AAG9BerePMpMCO1ENBGEA

[2] Wyss, V. L., Heulskamp, D. y Siebert, C., “Increasing middle school student interest in STEM careers with videos os scientists”, International Journal of Environmental & Science Education, Vol. 7 No.4. Octubre de 2012. Disponible en: https://files.eric.ed.gov/fulltext/EJ997137.pdf

[3] Horkheimer, M. y Adorno, T. W., “Dialéctica de la Ilustración”; Editorial Trotta, Madrid, 2009, p. 132

[4] Lefranc Weegan, Federico, “Los sujetos de la SIC”, en Derecho y TIC. Vertientes actuales, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2016, p. 36. Disponible en: https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/4065-derecho-y-tic-vertientes-actuales


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